Capítulo 32

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32: No le tengas miedo a los hombres, sino a la muerte

Durante toda mi vida he estado teniéndole miedo a cosas. Sobretodo cosas que no podía controlar.

Como la muerte de mi padre.

Porque aunque todo el mundo dijera que no e intentara consolarme, yo sabía que había sido mi culpa. Y eso era algo que jamás podría borrarme de la cabeza.

—Mira, tiene que ser esa —señaló Rachel.

Entonces miré hacia donde ella estaba apuntando. Era una chica rubia, estaba sentada en una mesa sola, bebiéndose un café y mirando a cada lado, parecía que tenía miedo.

—¿Tú crees? —pregunté entonces, no muy segura. Rachel asintió y me tomó de la mano, cosa que me pilló un poco desprevenida.

Pero le resté importancia. O al menos intenté restarle importancia.

—Hola —saludó Rachel cuando estuvimos delante de aquella chica—. Yo soy Rachel y ella es Celia.

La chica nos miró un poco nerviosa y asintió, antes de dejar la taza de café en la mesa. No sé por qué estaba actuando así, nadie en el bar nos estaba mirando, cada quien se preocupaba de sus propias cosas.

Rachel y yo nos sentamos delante de ella. La analicé durante unos segundos, dándome cuenta de las ojeras bajo sus ojos y las marcas de mordidas en sus labios.

—Solo queríamos saber lo que te pasó con el señor Vega —dijo Rachel, intentando decirlo lo más cautelosamente posible.

La chica se mordió el labio, probablemente una costumbre que tenía cuando estaba nerviosa, y asintió.

—Mark y yo éramos... Bueno —se aclaró la voz—... Él era mi profesor favorito.

Me suena a alguien.

—Yo no quería nada con él —se apresuró a decir, negando con la cabeza, la voz le temblaba—. Solo me caía muy bien. Y... Siempre me quedaba en sus clases cuando era tiempo libre...

—¿Por qué? —me extrañé y la chica bufó.

—No tenía adónde ir —susurró, rodando los ojos y me sentí mal.

Tenía muchos problemas, pero al menos tenía personas con quienes sentarme en el receso.

—¿Se te lanzó en alguna de esas clases? —preguntó Rachel, frunciendo el ceño.

Yo miré a ambos lados, un poco incómoda.

—No —susurró—. Fue... Un día me invitó a su casa porque yo no entendía algo de su clase...

—¿Por qué fuiste? —pregunté confusa y, por su mirada, entendí que le había dolido mi pregunta.

—Él era mi profesor. No esperaba que... No creía... Confiaba en él.

Agachó la mirada y Rachel me dio un codazo, algo molesta. Me encogí de hombros, sin saber qué más podía hacer.

—Llegué a su casa. Estuvimos hablando durante un rato y me sirvió una taza de té. No sé qué pasó, me dormí. Al despertar... —se tapó la cara con las manos y se me encogió el corazón—... ¿Para qué queréis saber todo esto? ¿Os ha pasado lo mismo o...?

Tus espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora