Capítulo 14

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14- Empujo a Rachel por la ventana (sale bien)

Para ser justa, Rachel no fue la única que quería irse de fiesta y olvidar la mierda de vida que tenía. Yo también me moría de ganas.

Nuestro abrazo terminó y ella se levantó de la cama con emoción. Sospeché que nadie nunca le proponía salir primero, seguramente era ella la que siempre lo pedía. Pero eso solo era un pensamiento.

—Me cambio y nos vamos —me dijo con una sonrisa y asentí, levantándome.

—Te espero fuera.

Di la vuelta para dejarle privacidad, pero me agarró del brazo y al girarme la vi fruncir el ceño.

—Será un momento. Así me ayudas a elegir.

Así que me quedé plantada en el sitio, viendo cómo se quitaba la camiseta y se quedaba solo con el sostén puesto. Nunca me había fijado en sus pechos.

En ese momento pensé que no estaban mal, para nada. Me tuve que obligar a mí misma a apartar la vista de sus tetas, porque me pillaría y sería muy incómodo. Me concentré en sus labios frunciéndose por no saber qué ponerse, lo cual fue peor.

No entendía por qué quería que la mirara.

Se giró hacia su armario para tirar varias cosas al suelo hasta que encontró un top rojo de encaje.

—¿Te gusta? —inquirió, girándose para enseñármelo con una sonrisa. Me resultaba muy extraño que ella estuviera tan de buen humor, pero asentí e intenté contagiarme de su energía.

Entonces hizo algo que me puso los pelos de punta. Se quitó el sostén delante mío y tuve que morderme el labio. Solamente me resultaba incómodo tenerla desnuda delante mío y no sabía dónde mirar, porque nadie nunca se había desnudado completamente delante de mí.

—¿Me queda bien? —preguntó, enseñándome como el top se ceñía a sus pechos, le iba un poco pequeño, tal vez. Tragué saliva y asentí.

Sonrió mucho más y se quitó los pantalones cortos para ponerse una falda negra corta con cadenas.

—Vámonos —exclamó antes de poner sus cosas en un bolso diminuto y agarrarme del brazo.

En cuanto salimos de la habitación, la detuve para que caminara haciendo menos ruido, porque Rick y mamá estaban abajo.

Señalé una ventana al final del pasillo. Quizá nos romperíamos la cabeza, pero era la única opción para salir de casa.

Ella negó con la cabeza, asustada, pero yo la empujé hacia allí.

—Vamos a morir, Celia.

—¿No eras animadora? No noto ánimos ahora mismo.

—No ánimo a la gente a suicidarse, si eso sugieres y...

La agarré por la cintura para hacer que se sentase en el alféizar de la ventana. Ella agarró mi antebrazo intentando ahogar un grito. Me di cuenta de que estaba demasiado pegada a mí y tuve que contener el aliento.

—Está muy alto —se quejó y, como vi que había un arbusto que amortiguaría la caída, empujé a Rachel por la ventana.

Gritó un poco antes de tocar el arbusto con su piel. Tampoco estaba tan alto, solo cuatro metros, o más. Ella se quedó boca abajo, como una cucaracha, mientras intentaba incorporarse.

Tus espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora