Capítulo 47

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47: No vas a perderme

El suelo del pasillo de mi instituto siempre había estado bastante limpio. No tan limpio como para poder ver el reflejo de tu cara sobre éste. Cada paso que dabas, hacía que el suelo chirriara. El sonido de una persona ya era de por sí horrible, el de varias era un sufrimiento.

Aferré mi mano a la correa de la mochila, intentando que mis pies no hicieran demasiado ruido, pero aunque lo hubieran hecho nadie se hubiera dado cuenta, porque los demás sonidos cubrían el mío.

Entrecerré los ojos al notar algo extraño al final del pasillo. Conforme caminé, pude reconocer un rostro. Era Rachel, estaba asomada por la puerta y al verme me sonrió, indicándome que caminara hacia ella. Miré hacia ambos lados para asegurarme que nadie nos hubiera visto.

Le devolví la sonrisa, un poco confundida por lo que estaba sucediendo, pero hice lo que me pidió sin oponer resistencia.

Antes de entrar en la habitación en la que se escondía, leí el cartel. "Cuarto de limpieza".

Alcé las cejas, sin entender cómo Rachel había conseguido las llaves de esa habitación. Sentí cómo su mano se agarraba a mi muñeca para empujarme hacia dentro de la habitación. Solté una risa posando la mía en su antebrazo y la vi cerrar la puerta con su mirada fijada en mí.

—¿Qué tal? —preguntó sin mirarme a los ojos, su atención estaba puesta en mis labios. Negué con la cabeza relamiéndome  los labios, dándome cuenta de repente que hacía rato que no hablaba con nadie.

—¿Cómo has conseguido las llaves? —inquirí, rodeando su cintura con mi brazo y pegándola a mí. Miré el cuarto por encima de mi hombro, era pequeño y olía a lejía, pero estaba de todo menos limpio.

—Cuando quiero algo lo consigo —respondió, abrazando mi cuello con sus brazos y lanzándose a besarme. Me aparté involuntariamente, pues no estaba acostumbrada a esos gestos tan repentinos.

Ella frunció el ceño confundida y empezó a dejar caer sus brazos a los lados, quizá preocupada de haberme incomodado. Inmediatamente, posé mi mano en su nuca para atraer su rostro al mío y besarla de nuevo. Soltó un gemido de sorpresa y sentí su tacto en mi espalda baja.

Mi otra mano viajó hasta su trasero para mantenerla totalmente pegada a mí. Por pura inercia, empujé su cuerpo hacia atrás, para apoyarla en la pared. Escuché cómo soltaba un gemido y aparté mis labios de los suyos. Mi empuje hacia la pared le había hecho daño.

—Lo siento —susurré, pasando la mano que tenía en su espalda baja por sus muslos. No la miraba a los ojos, sino al final de su falda. Se había puesto medias.

—Da igual —soltó una risita nerviosa y su mirada se fue hacia el dorso de mi mano, ya que tenía la palma posada en su ingle, por encima de la media.

—¿Quieres saltarte clase? —propuse entonces, sin mirarla a los ojos. No quería estar en ese instituto, todo me recordaba a la pelea que había tenido con mis amigos.

Rachel no respondió al segundo, sino que apartó delicadamente mi mano de su pierna y me obligó a mirarla.

—¿Ha pasado algo? —posó una de sus manos en mi mejilla para que hiciéramos contacto visual finalmente. Me encogí de hombros, intentando que pareciera que me daba igual.

Tus espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora