27: Soy la tercera rueda
Era sábado, había pasado toda la semana estudiando para un examen que tenía el lunes. Hacía días que no practicaba con el bajo. Cada vez que, simplemente lo miraba, me daban ganas de llorar.
Creo que eran las seis de la tarde cuando alguien tocó la puerta de mi habitación. Había perdido la noción del tiempo estudiando para biología.
Alcé la mirada para mirar hacia la puerta. Dejé los apuntes a un lado de la cama y me quité los auriculares, que tenían la música a volumen bajo.
—¿Quién es?
—¿Puedo pasar? —Era Rachel. Hice una mueca.
—Sí.
Entró en mi habitación, con pasos lentos y mirándome tímidamente. Fruncí el ceño al ver que estaba escondiendo algo detrás de su espalda.
—¿Tienes algo?
Se mordió el labio antes de hablar.
—Siento lo del otro día —dijo y me tendió una figura pequeña de Albert Einstein—. Dijiste que te gustaba la física.
No pude evitar reír al ver su regalo. Tomé a Albert y lo miré de cerca.
—Estás más que perdonada —sonreí y me quedé mirándola fijamente, apreciando la gran sonrisa que le había provocado mi reacción.
—Genial, porque quería invitarte a tomar algo conmigo —dijo, intentando que su voz no temblara, pero me di cuenta.
—¿Como una cita? —bromeé y se rió cortamente, rascando su cuello.
—¿Te apuntas o no?
Me encogí de hombros y puse la figura de Albert en mi mesita de noche, junto con la foto de mi padre y yo.
—Me tengo que cambiar primero. Espérame en el salón, si quieres.
Me sonrió y salió de mi habitación. Me quité el pijama de Bob Esponja y me puse unos jeans holgados y una sudadera blanca. Quien dijera que no tenía estilo propio tenía razón.
Antes de salir de mi habitación, me quedé observando la figura que me había regalado Rachel e inevitablemente mi mirada se dirigió también hacia la foto de papá y yo. Aparté los malos pensamientos de mi mente y salí de mi cuarto, preparada para ver a Rachel.
Ella estaba esperándome abajo, escribiéndole un mensaje a alguien. Bajé de dos en dos las escaleras, con una sonrisa.
Me encantaba que me invitaran a cosas.
Rachel rápidamente levantó la mirada y me vio. Sonrió y se guardó el teléfono en su bolso, porque su falda no tenía bolsillos. Por suerte, llevaba calcetines largos, porque fuera hacía bastante frío.
—¿A qué bar iremos? —pregunté y caminamos fuera de casa, ella tomó las llaves de su coche antes de salir. Al parecer, ya estaba reparado.
—Hay uno en las afueras, suele tener buen ambiente —sonrió y llegamos al garaje. Abrí la puerta del copiloto y me subí. Su coche estaba limpio y lo primero que sentí fue un olor a fresa que me ardía la nariz.
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Tus espinas
Romance"El aleteo de las alas de una mariposa puede sentirse al otro lado del mundo, desencadenando una serie de eventos inesperados" --- Celia y Rachel se odian, eso lo sabe todo el mundo. Pero ambas deberán de hacerle frente a sus sentimientos cuando se...