Capítulo 9: La peligrosa cercanía
«Heilige Jungfrau».
Pero es que estaba muy cerca, su respiración cálida la podía percibir tan cerca de mi piel que sentí como mis piernas temblaron.
—Debes tener cuidado —susurró el Padre William aún pegado a mi espalda—, Celeste.
—Algo está —murmuré y tragué pesadamente saliva— clavándose duro en mi espalda baja, padre...
Mi corazón latía desenfrenado cuando él se rió un poco y me soltó dando un paso atrás; dándome espacio pero por alguna extraña razón extrañé su cercanía a mi cuerpo.
—Es la cámara, Celeste... —dijo el padre William— ¿o qué pensabas?
¿Qué pensaba?
Bueno había pensado miles de cosas y a la vez solo no pensé en nada porque mi mente se quedó en blanco del shock.
No me moví de mi sitio sintiendo que mi rostro se volvía rojo de la vergüenza, ni siquiera me atreví a voltearme para enfrentarme a su mirada, solo me quedé muy quieta.
—Nada yo... —aclaré mi garganta— gracias y disculpe.
Me dispuse a bajar cuando lo escuché decir:
—Te espero en mi oficina.
Solo afirmé con la cabeza en respuesta y empecé a bajar las escaleras con rapidez alejándome rápidamente.
¿Por qué todo se sentía tan intenso y extraño con él? Era como si perdiera el control de mi cuerpo y le diera rienda suelta a la inmoralidad.
Estaba a punto de decirle que no quería volver a verlo, que de hecho no regresaría a su oficina y que cerrara la clase; que no me importaba, que hasta se quedara con la cámara, pero no quería ser una cobarde, es decir era el padre de la iglesia, no tenía que sentir este pánico, de hecho él tenía que transmitirme paz, pero... ¿por qué sentía esta intranquilidad con el hombre que era prácticamente cercano al cielo? Se sentía más cercano al infierno.
Llegué al comedor con la cabeza revuelta, ya casi todas había comido pero seguían en sus mesas hablando, retiré mi plato y alcancé a escuchar su conversación acerca de los niños del orfanato donde apoyábamos servicio casi siempre, no entendía muy bien el contexto, pero parecía grave.
—Celeste ¿dónde estabas? —preguntó Georgette cuando me acerqué, siempre bajo esta luz se le notaban las pecas cafés y sus cejas casi inexistente, en las noches cuando se quitaba el cornette podía notar que era pelirroja; su cabello muy corto.
Empecé a comer solo para tener la boca llena y evitar responder cosas.
—Estás toda colorada. —comentó otras de las novicias, ella era Genesis, su mirada era muy profunda, no era de inocencia como la de Georgette, la de ella era especulativa.
—Uy, es que me muero de hambre, ¿ya analizaron el versículo? —me limité a decir y me metí un gran bocado a la boca de papas.
Ellas continuaron hablando de un pasaje de biblia que estábamos estudiando, porque en unos días habría examen, agredecí que pude quitar la atención de mí misma y que hablaran de otra cosa.
Solo pensar en el padre William me hacía sonrojarme aún más.
—¿Terminaste de comer? —preguntó la madre superiora apareciendo detrás de mí, todas en la mesa inclinaron la cabeza y se fueron como pájaros viendo a un perro.
Todas le temían a la madre superiora, o al menos eso decían, que preferían mantenerla lejos.
Yo era lo contrario, siempre estaba a disposición.
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Los ojos del pecado. Libro 1 y 2 (completo)
RomanceAtracción prohibida. Deseo incontrolable. Secretos pecaminosos. En la escuela de monjas llega el nuevo padre William, un hombre misterioso, silencioso y observador. Para Celeste que es aspirante a monja le intriga y le atrae sin poder evitarlo. Todo...