Capítulo 43: No me podrás olvidar

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Capítulo 43: No me podrás olvidar

NARRA EL PADRE WILLIAM WEST

Mi mente se sentía en un maldito torbellino, estaban ocurriendo demasiadas muertes en frente de nuestras narices y no parecía haber nada que nosotros pudiéramos hacer para detenerlo.

Sentía que nos habíamos estancado en las investigaciones, sentía que no avanzábamos, no estábamos viendo algo que era evidente, eso me frustraba, estaba enfurecido aún más por... esa monja que no me salía de la puta cabeza.

¿Cuándo Celeste se coló tan profundo dentro de mí? Entre más se resistía a mí, más la deseaba.

Tomé una profunda respiración, tenía que sacármela de mí cabeza, tenía que enfocarme en la misión.

Este asesino era profesional, sabía qué cosas hacer, sabía cómo hacer para cubrir sus huellas y todo se vieran como suicidios.

Solo que tenía un pequeño desliz, los supuestos suicidios no parecían tener razones, eran personas que parecían psicológicamente estables.

Incluso lo que ocurrió con Lissandra Owen, ella era agente en cubierto en esta misión con nosotros, trabajó en una que otra misión conmigo a lo largo de mi carrera y de vez en cuando nos satisfacíamos para matar las ganas sexuales, ella no tenía razones para suicidarse, tenía su novia y esperaban un bebé.

Sin embargo supuestamente lo había hecho, lo cual era estúpido, su muerte fue asfixia, era imposible que ella misma se hubiera asfixiado, pero todo apuntaba a eso.

Nada tenía sentido, como si nadáramos contra corriente y nos arrastráramos lejos de la respuesta.

Cuando entré a mi oficina, el olor a sudor llenó mis cosas nasales, lo primero que vi fue al policía Reynolds semidesnudo, con la respiración agitada, algo sudoroso y el rostro enrojecido, la culpabilidad en sus ojos como si lo hubiera descubierto. Fruncí el ceño y vi la alfombra humedecida y la toalla que cubría su cuerpo estaba al revés.

¿Se había estado masturbando en mi oficina?

Eso no tenía sentido.

¿Que hacia en mi Oficina? ¿Y en toalla?

—Padre William. —tartamudeó.

Algo andaba mal.

Primordialmente porque siendo policía, él sabía mi verdadera identidad y cuando era algo de asuntos internos él no se refería a mí como "padre William" siempre como "Smith".

—¿Qué ocurrió? —solté fruncido el ceño.

El miró alrededor, podía ver cómo estaba inquieto.

¿Acaso había alguien más en mi oficina?

Si el muy hijo de puta había estado follando en mi oficina iba a pedir que lo dieran de baja en la misión.

—Es... se... señor —aclaró su garganta—, nada...

Qué no me llamara por mi apellido oficial me hizo sospechar más que había alguien dentro de la oficina además de él. ¿Acaso alguna monja?

—¿No hay alguna novedad? —pregunté entrecerrando los ojos.

Él pareció controlar su conmoción y aclaró su garganta volviendo a su máscara indescifrable de policía entrenado.

—No señor —dijo más firme—, yo me equivoqué de oficina.

Eso me sonaba muy falso.

—¿Te equivocaste? —repetí con burla.

Los ojos del pecado. Libro 1 y 2 (completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora