14. El ático

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14. El ático

CELESTE

Angelo intentó abrir nuevamente la puerta, la forzó, la empujó y cuando se dio cuenta de que realmente no había salida y que estábamos encerrados, soltó un gruñido frustrado.

—Genial, simplemente genial. —dijo Angelo sin ocultar la mueca de molestia en su rostro, apretó la quijada y la vena de su frente se marcó.

Me mordí el labio inferior sabiendo que esto era mi culpa porque yo fui la que cerré la puerta. Saqué el teléfono de mi bolsillo para ver si podía llamar a alguien, pero me di cuenta de que no tenía señal dentro de este lugar.

—¿Tienes un teléfono? —pregunté—, no tengo señal.

Él se volteó hacia mí, sus ojos grises casi traspasándome en molestia, su rostro gélido.

—Lo dejé en la oficina con mis cosas. —soltó enfurecido— Ni sé para qué cerraste la puerta, Celeste.

Apreté la quijada sabía mi error, pero no tenía por qué echarmelo en cara, estábamos en una misión, buscando a una asesina, no tenía por qué tratarme de esta manera tan tosca, como si fuera estúpida, realmente estaba harta de que me tratara a las patadas cada vez que le venía en su puta gana.

—No creí que nos fuéramos a quedar encerrados —repliqué molesta—, joder, ¡ya deja de ser un pesado!

Él se me quedó mirando con el ceño fruncido pero no me respondió, menos mal que no lo hizo porque realmente ya me tenía al borde. Empecé a buscar señal alrededor de la habitación, alcé un poco mi teléfono y empezó a tomar cobertura, miré una silla de madera y me subí encima, escribí rápidamente un envié un mensaje a Freddy diciéndole que estábamos encerrados en una de las habitaciones que daban al ático cerca de la entrada principal y que nos viniera a ayudar, lo envié cuando de repente sentí que la silla tembló bajo mi peso y en un abrir y cerrar de ojos se rompió, no pude aguantarme nada solo me caí al piso con los trozos de plástico clavándose en mis antebrazos dolorosamente.

—Joder —dijo Angelo acercándose a mí rápidamente— ¿por qué no miras bien dónde te subes?

Giré los ojos y me levanté, él me ayudó tomándome de la cintura, su tacto contra mi piel me hizo erguirme y estremecerme hasta que me levantó, alcé la vista observando que me miraba, estaba muy cerca de mí, miré su boca y luego entré en razón de lo que estaba haciendo.

¿Como era posible despreciar tanto a la misma persona que te atraía tanto?

Él solo tenía belleza; una que siempre logró deslumbrarme, pero más allá de eso me obstinaba por sus actitudes contradictorias, era un completo idiota.

Me separé rápidamente y aparté la vista de él hacia mis brazos, quitándome los trozos de plástico en mi piel.

—Perdón por no ver una silla casi rota —repliqué con sarcasmo haciendo una mueca al ver que me sangraba un poco en un leve raspón, tomé el doblaje de mi camisa y apresuré a limpiarlo.

Él tomó una profunda respiración, sin embargo no se apartó de mi lado pareciendo tener la guardia más baja.

—¿Te duele? —preguntó.

—No mucho —admití—, solo son raspones diminutos.

—Tengo un poco de alcohol, dejame ver —dijo Angelo y sin esperar respuesta, me tomó el brazo, su tacto me estremeció el resto de cuerpo, él sacó un poco de alcohol diminuto de su bolsillo.

—Increible que lleves eso y no tu telefono —comenté.

Me echó el alcohol, jadee cuando me ardió y él se inclinó para soplar; su aliento frío contra mi piel caliente, cuando miré sus ojos, noté que él fijó su mirada en la mía, sus ojos oscureciendose un poco, de repente la tensión empezó a agravarse entre los dos y me separé de él diciendo:

Los ojos del pecado. Libro 1 y 2 (completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora