Capítulo 40: Nunca dijimos que éramos exclusivos.

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Capítulo 40: Nunca dijimos que éramos exclusivos.

El padre William no perdió tiempo, atacó mi boca en un beso completamente desesperado y lleno de salvajismo, su lengua seduciendo la mía en ese baile sensual que me encanta, como si ambos pudiéramos deshacernos el uno en el otro siendo victima de las sensaciones.

«¿A ella también la habría besado?»

Su mano se abrió paso por debajo de mi túnica y sus dedos se deslizaron con facilidad por mi húmedo sexo debajo de mis bragas.

Sonrió y me mordió el labio inferior con delicadeza pero lo suficientemente fuerte como para que lo sintiera en todo mi cuerpo logrando que me estremeciera por completo.

—Siempre estás lista para mí —susurró.

Sus palabras me calentaban aún más, porque él siempre lograba encenderme, me volvía caliente, me volvía fuego bajo sus manos llenas de gasolina.

«¿A ella también le dijo esas cosas?»

Empecé a mover las caderas al ritmo de sus dedos hacia adelante y hacia atrás, cuando empezó a besar mi cuello y a deslizar su lengua como si yo fuera una paleta helada en un día caluroso.

—Me encanta tu sabor, Nonne —susurró a mi oído antes de morder el lóbulo de mi oreja.

—¿A ella también le dijiste Nonne? —susurré en un jadeo sin darme cuenta de que esas palabras habían salido de mi boca.

No quería que él supiera que los vi.

No quería que él creyera que estaba celosa de ella, más aún que esa mujer estaba muerta, pero sí lo estaba. Él se folló a esa mujer cuando me había estado follando a mí y cuando dejó claro que no éramos nada.

Como lo odiaba, lo odiaba tanto por hacerme sentir como un plato de segunda mesa, como si solo fuera un gato que busca como dueño al que pueda darle comida; desleal.

Él ignoró deliberadamente mi comentario y continuó lo que hacía.

Busqué su cuello y lo mordí chupando la piel de su cuello muy cerca de su oreja donde la tela de su vestuario no alcanzaba, él introdujo dos dedos en mí y jadee soltándolo, cuando empezó a moverlos jadee en su oreja antes de mordérsela, chupando, como toda una sanguijuela queriéndomelo comer entero.

Santa virgen, que sensación tan rica era la de sus dedos moviéndose como expertos dentro de mí.

—Oye, oye... calma, Nonne. —susurró él cuando volví a chupar, esta vez cerca de su mandíbula, entonces ataqué su boca nuevamente, mi cuerpo temblando, el orgasmo avecinándose cuando su pulgar empezó a presionar mi clítoris, mis paredes cerrándose, mi deseo aumentando entre jadeos que rozaban los gritos, el calor haciendo que sintiera que todas estas telas me ahogaran.

«¿A ella también le dio un orgasmo y la hizo gritar o jadear como a mí?»

Mordí su labio inferior con rabia, sintiendo que quería despegarle la boca para que no besara nunca más a nadie, para que respetara la exclusividad de los besos y las caricias, enseñarle que eso tiene significado.

Él se quejó y se separó de mí tocándose el labio, la espesa y roja sangre escurriéndose como un rio manchando su ropa y casi en seguida su labio se empezó a inflamar, sus ojos grises como el humo se fijaron en mí completamente endemoniados.

—¿Qué es lo que te pasa?

Sonreí y relamí mis labios con la sangre que me había salpicado en ellos, empezando a arreglar mi túnica como si no hubiera pasado nada, disfrutando de como su rostro se enrojecía de la molestia.

Los ojos del pecado. Libro 1 y 2 (completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora