Capítulo 52: Oscuras sombras del pasado

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Capítulo 52: Oscuras sombras del pasado

CELESTE BRAUN

Estaba sirviendo la comida, hoy donaríamos comida de varios niños de otros orfanatos, tarareaba una canción de alabanza sintiéndome más tranquila después de confesarme.

Tenía una extraña mezcla de sentimientos.

Sabía que Dios hacía justicia por nosotros, pero... yo me adelanté a él y solo rogaba no haberme metido en problemas, rogaba perdón y que nadie se diera cuenta de la atrocidad que cometí.

Cerré los ojos un momento recordando que ahora podía estar en paz, completamente tranquila, ya no había peligro, ya no habría chantaje.

Pero aun así lo que hice fue inhumano.

Cuando mis padres dejaron que mi tía me criara, tenía casi 8 años cuando empecé a tener conciencia de todo lo que ocurría en la casa y tener conciencia de lo bueno y lo malo.

Los recuerdos de mi primo me invadieron cada vez que mi tia salía, me quedaba con ellos, mis primos, Álvaro y John, gemelos, ambos mucho mayores que yo.

El primero fue John, él se metía mucho conmigo, él era cruel. Rompía las cosas de mi tía y me inculpaba, ocasionando que mi tía me reprendiera, su manera de reprenderme era quitarme la camisa, amarrarme de las muñecas a un poste del patio y una vez de rodillas empezar a golpearme con una vara de madera.

Una y otra vez.

Mi espalda tiene algunas marcas, pero fue hace ya bastante tiempo, solo parecen pequeñas sombras más oscuras en mi piel.

Todo acabó un día en el que estaba con mi primo John, él tenía tal vez, 14 años o más, rompió una ventana mientras jugaba con la pelota dentro de la casa, le exigí que lo recogiera, temía que esto fuera un castigo peor para mí, y él solo se reía de mí, porque sabía que me echarían la culpa y nadie iba a creerme.

Entonces fue cuando corrí hacia él molesta y lo empujé.

No contaba con que yo tuviera tanta fuerza en ese momento.

Lo empujé tan fuerte que resbaló y golpeó la parte posterior de su cráneo, Álvaro salió de su habitación y me miró sabiendo lo que había acabado de hacer y diciéndome que esto sería muy malo, que mi tía iba a matarme, y... si no quería consecuencias, tendría que aceptar el costo de su silencio.

Acepté, ¿qué otra opción tenía?

Ni siquiera a esa edad fui consciente de que estaba haciendo un trato con el diablo que arruinaría mi vida para siempre.

Desde ese instante, nada volvió a ser lo mismo, Álvaro llamó a mi tia, ella llegó desesperada y llevaron a John al hospital. Desde ese golpe, sus brazos, su cuerpo, su rostro y cerebro dejó de funcionar, como si estuviera simplemente existiendo en silla de ruedas.

Álvaro dijo que él mismo tropezó al correr y mi tía le creyó; él salvó mi vida, porque el castigo por meterme con el hijo de mí tía de seguro que era mi muerte, aunque realmente creo que la muerte hubiera sido mejor que lo que viví en las manos de Álvaro...

—Celeste.

La voz de la madre superiora me sacó de mis pensamientos.

—Sí, ¿madre superiora?

—Estas de buen animo hoy. —alzó una ceja.

—Me gusta ayudar a los necesitados y deshacerme de mis preocupaciones. —me limité a decir.

Me miró.

—Quiero que le lleves una de estas comidas al policía de guardia del sótano.

Uh... esperaba que ese policía de guardia no fuera Isaac.

—Vale.

Fui con la comida del policía hacia la puerta y en el camino le eché un poco más de sal, tal vez... mucha.

Hoy era mi oportunidad de ir a ver Georgette.

Cuando salí bajando las escaleras hacia el pasillo me encontré de frente con el padre William.

Me paralicé en mi lugar, mi corazón latiendo rápido, varios días sin verlo me hacían sentirme más tranquila y me hacían convencerme de que ya no significaba nada para mí, pero ahora que lo volvía ver, mi mundo me dio un vuelco donde ni pude respirar cuando sus ojos grises bajaron a mi rostro y con su mirada me traspasó el alma.

Mis piernas se sintieron de gelatina.

Definitivamente, él era la unica persona capaz de hacerme sentir todo esto con solo su presencia y esto me irritaba demasiado.

Aclaré mi garganta pronunciando una disculpa, iba a rodearlo para seguir mi camino, pero él se arrimó a un lado obstruyéndome el paso, ocasionando que casi tropezara con su pecho, podía oler su intenso perfume.

¿Por qué mis manos no paraba de temblar?

—Celeste —dijo, su voz profunda y casi enojada—, necesito hablar contigo.

Cuando volví a alzar la vista hacia a él y noté el enojo en sus ojos grises supe que estaba en graves problemas.

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Los ojos del pecado. Libro 1 y 2 (completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora