Capítulo 31: En lo prohibido está la diversión

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Capítulo 31: En lo prohibido está la diversión

Jadee ahogando mis gemidos contra la palma de su mano que casi me dificultaba respirar, es que su mano casi me abarcaba toda la cara. Miré sus ojos grises fijamente advirtiéndole con mi mirada que esto era una completa locura, el agua apenas hizo un ligero chapoteo que se podía confundir con la corriente, pero se calmo enseguida cuando el padre William se quedó quieto con su miembro entero dentro de mí; llenándome, excitándome, incitándome a más.

—En lo prohibido está la diversión, Nonne. —susurró el padre William presionándome más contra mí.

Las pisadas se hacían más cercanas de la persona que se acercaba, temía que nos viera aquí pero... al mismo tiempo, el morbo que nos generaba esta situación era increíble y la complicidad de su mirada ardiente y oscurecida sobre mí hacía de esta situación prohibida algo más excitante.

Negué con la cabeza cuando lo sentí separarse un poco, conocía sus intenciones y ahogué nuevamente un gemido contra la palma de su mano cuando volvió a empujar clavándose en mi.

Pero esto era algo más que algo prohibido, esto era el morbo en su máxima expresión, derritiéndonos el deseo clandestino de las tinieblas.

Las pisadas del sujeto que se acercaba pasó justo arriba de nosotros, al estar entre unas rocas y unas plantas si nos nos movíamos podíamos pasar desapercibidos en la oscuridad, pero aún así sentía que nos iban a descubrir y esto iba a ser un completo desastre. Mi corazón latía tan deprisa que sentía que palpitaba en mis oídos, dejé incluso de respirar, el padre William tenía los labios estirados en una sonrisa que en medio de la oscuridad parecía una completamente atrevida y maliciosa cuando acercó su rostro al mío aún sin dejar de taparme la boca cuando pasó su lengua por mi cuello lentamente, entorné los ojos cuando toda mi piel se sintió arder en placer. Los pasos se empezaron a alejar y entonces el padre William arrimó sus caderas hacia atrás para empujar otra vez contra mí, esta vez no se detenía, esta vez empezó a moverse lento haciendo poco ruido en un vaivén constante mientras las pisadas se dejaban de escuchar anunciando que el sujeto que merodeaba se había ido.

El padre William me quitó la mano de la boca y yo le di un ligero golpe en su pecho fuerte como una roca que ni lo hizo inmutar.

—¡Eres un demente pad...! ¡Ah! —mi voz se ahogó cuando esta vez no tuvo piedad empezando a moverse contra mí como una máquina— ¡Ah!

Me aferró apretando mi muslos mientras sus caderas empezaron a clavarse en mí una y otra vez con fuerza haciéndome olvidar hasta mi nombre, el sonido del agua haciendo eco de nuestros movimientos, quise apretar los labios para evitar gemir tan duro como lo hacía, pero el placer era tan intenso que se me hacía imposible morderme la lengua, mi piel caliente, el vapor de mi vientre empezando a inundar toda la zona de mis piernas, estaba al borde, estaba casi desvaneciéndome.

—Así, gime mas duro, pecadora —susurró, me aferré alrededor de su cuello el sonido de nuestras pieles chocando al igual que el agua agitándose alrededor de nosotros como si fuera una pelea de peces por carnada.

Era demasiado, jadee echando mi cabeza hacia atrás y me estremecí mientras todo el vapor caliente se extendía por todo m cuerpo y me aferraba más a él sintiendo que si me soltaba iba a ahogarme porque mis piernas temblorosas estaban débiles. El padre William no se detuvo, seguía empujando contra mí y yo no quería que parara, su rostro enrojecido, sus facciones endurecidas y sus ojos oscurecidos en deseo eras suficientes para excitarme, pasé las manos por los músculos de sus brazos llenos de tinta.

—Eres un loco... —jadee.

—¿Ofendes al sacerdote? Eso es castigo —replicó.

De repente salió de mí soltándome las piernas, apenas coloqué los pies en la tierra del arroyo para estabilizarme cuando me volteó en un simple movimiento dándole la espalda, coloqué mis manos sobre la roca antes de darme un mal golpe en la cara, y él sin intenciones de ser delicado me alzó de las caderas y yo me arquee contra él ofreciéndome en una mejor posición cuando me dio una nalgada que me hizo sobresaltarme y sin previo aviso volvió a meterse su miembro sin piedad dentro de mí, llenándome, jadee cuando me aferró de la cintura para sostenerme mientras seguía embistiéndome, no podía parar de gemir.

—¿Te gusta cuando te doy duro? —susurró a mi oído antes de morder el lóbulo de mi oreja, sentía que no podía hablar, no encontraba mi voz.

—Responde —insistió, su mano se deslizó hacia el medio de mis piernas para empezar a estimular mi clítoris con dos de sus dedos en ligeros círculos, ejerciendo presión, como me encantaba que estar con él era sinónimo de placer, sentía que mi rostro entero estaba sonrojado y caliente, mi vientre contrayéndose mientras mi otro orgasmo empezaba a crearse, reclamando que era el máximo punto de placer al que mi cuerpo quería llegar.

Cuando de repente, se detuvo.

—Responde, ¿te gusta que dé duro? —susurró, sentía su piel vibrar ante la excitación, notaba que estaba poniendo todo su autocontrol para torturarme.

—Me encanta. —logré responder.

Intenté empujar mis caderas hacia atrás para yo misma moverme, pero él alejó sus caderas rehusándose a darme lo que quería, su mano siendo una suave caricia ante mi clítoris hinchado que pedía que siguiera presionándolo como lo hacía antes.

Necesitaba que continuara ahora.

—¿Quieres que te más duro, pecadora? —susurró, sus labios moviéndose por mi cuello erizando mi piel empezando a mover lentamente sus caderas contra mí, necesitaba que acelerara sus movimientos.

—Por favor, padre William —respondí en un jadeo.

Satisfecho con mi respuesta, el padre William volvió a moverse rápido contra mí, mi culo rebotando cuando su piel chocaba contra la mía y el agua haciendo todo un chapoteo a nuestro alrededor, presioné mi pecho de la roca intentando aguantarme de algo, pero no había nada, él me sujetó del cabello provocando que me arqueara contra él y buscó mi boca para darme un beso posesivo y salvaje al mismo tiempo que sus dedos seguían presionando mi clítoris moviéndose en ligeros círculos.

—Tus gemidos son mi perdición —me susurró sobre mi boca y entonces fue demasiado, fue mi límite.

Exploté en mi segundo orgasmo sintiendo que me había dejado barrida en la nada, sintiendo que ni siquiera podía tener un pensamiento claro más que el clímax que todo mi cuerpo disfrutaba, entonces él en un jadeo fuerte y varonil se estremeció y salió de mí acabando afuera dejando el semen sumergiéndose en el agua del arroyo dejando la única evidencia de que profanamos la pureza del lugar sagrado.

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Hoy dos capítulos :D pero recuerda votar o mato al mosquito D:

Los ojos del pecado. Libro 1 y 2 (completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora