Capítulo 12: Consumidos en pecado

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Capítulo 12: Consumidos en pecado

CELESTE BRAUN


Me quedé sin aliento, no podía hablar, mi corazón latiendo desenfrenado y mi piel completamente caliente, mi mente estaba en blanco unicamente deseando que continuara.

De repente su boca estaba sobre la mía en un beso completamente salvaje, sus labios no respetaban limites me consumían por completo incitándome a más, su lengua abriendo mi boca haciéndome estremecer.

Jadee sin poder creer que me estuviera besando pero consumida ante lo que me estaba haciendo, sus manos subieron mi toga hasta mi cintura y se recordó de tal forma que podía sentir como empezaba a restregar su dura erección contra mis bragas.

No estaba pensando, y prefería realmente no pensar.

Su mano fue a mis bragas arrimándolas a un lado para rozar con sus dedos mi humedad, gemí sobre su boca y sentí sonrojarme por completo de que estuviera tocando toda la zona sensible de mi clítoris.

—Uhm, bien, muy húmeda —susurró sobre mi boca—, eres una diabla.

—Padre pero...

Metió un dedo dentro de mí y yo alcé las caderas por reflejo.

—Ah... —jadee sintiendo mis rostro completamente rojo, estaba casi completamente incendiada.

—Gime otra vez, diabla —susurró el padre William sin dejar de mover sus dedos dentro de mí.

—Espere, padre —apreté los ojos al sentir que esta vez tuvieron dos dedos— Ah... ¡ah!

Clavé mis dedos en su espalda sin dejar de jadear cada vez más fuerte sintiendo que me iba a derretir del placer que me causaba y él no tuvo piedad, continuó metiéndome sus dedos y con su pulgar me presionaba mi clítoris en círculos como todo un conductor profesional.

—Puedes gritar todo lo que quieras —dijo el padre William—, aquí nadie va a escucharnos, así que gime más fuerte.

Sentí como el calor invasivo cubrió toda mi piel como si me hirviera la sangre, y mis piernas se estremecieron cuando mi vientre experimentó el intenso cosquilleo del intenso placer que me hizo gritar.

Mi piel con una fina capa de sudor, entreabrí los ojos sintiendo mi vista borrosa pero cuando lo logré enfocar nuevamente en el padre William, noté como mantuvo esa ligera sonrisa que prometía pecado, sus ojos grises fijos en mi rostro como si me traspasara y me hiciera querer continuar en esta locura.

Me terminé de quitar la toga sintiendo que me iba a derretir del calor y el padre William no dudó en ayudarme lanzando la tela a algún lado del piso y abalanzándose nuevamente sobre mí yendo hacia mí cuello y mordiendo mis pechos jugando con los pezones con su lengua haciéndome temblar y arquearme contra él. La pasión siendo irresistible, sabiendo que era un completo error, tal vez eso lo volvía más excitante y pasional. De repente sus manos fueron a los laterales de mis bragas sin dejar de besar mis pechos y empezó a bajarme la tela, apreté los ojos.

—Padre... ah, es pecado —dije sabiendo que era mi último momento de lucidez.

Me intenté aguantar las bragas pero él bajó con más fuerza la tela y nuestras acciones solo provocó que se rompieran dejándome enteramente desnuda.

—¡Padre! —jadee.

Sentí mi garganta reseca, me cubrí un poco, pero él volvió a atraparme los brazos a mis costados, sus ojos grises como un huracán tormentoso reflejando determinación.

—Un pecado que nadie ve, es un buen secreto —replicó el padre William—, así que calla y disfruta.

Lo vi bajarse el corto pantalón que llevaba, entre las sombras donde estábamos rodeados pude ver como el padre William West quedó enteramente desnudo sobre mí, los músculos de sus brazos fuertes con la tinta brillosa resplandeciendo, su miembro completamente endurecido y enorme, este hombre era un completo pecado capital, pero no sentía nada de remordimiento por ahora.

Solo sentía y me dejaba llevar y dejaba la castidad aún lado aún después de que había estado llevándola a cabo durante mucho tiempo.

Pasé una mano sobre su pecho fuerte sintiendo su piel ligeramente sudorosa y relamí mis labios, mientras nuestros ojos se encontraban en la tenue oscuridad.

—Padre —dije con voz ronca—, ¿condones?

Él pareció confundido de que yo supiera de condones y que lo orientara a usarlos, pero tenía el conocimiento básico para saber que eso evitaba los embarazos.

Sacó uno de su toga sacerdotal, oh, entonces, él estaba preparado.

Los ojos del pecado. Libro 1 y 2 (completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora