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Capítulo 11: La entrada al infierno (Parte II)
Grité por ayuda alrededor de casi una hora contra la puerta, pero a esta hora era casi imposible, el sol ya se había ocultado y las nubes grises solo hacían que se viera más oscuro el ambiente.
—Ya basta ¿vale? —dijo el padre William ya obstinado de mis gritos, él había estado viendo por la ventana todo el rato que llevábamos aquí.
Me callé ahora algo frustrada por no haber tenido respuesta.
—¿Que hacemos? —dije volteándome hacia él.
Noté como entre la leve oscuridad sus ojos grises sobresaltaban como reflectores, le daba un aspecto más atrayente y misterioso, intimidante.
Celeste, no debes pensar estas cosas impuras.
—No haremos nada —respondió el padre.
—¿Nada? —pregunté incrédula.
—Ya cayó la noche —dijo—, no hay mucho que podamos hacer o algo que podamos usar para que podamos intentar abrir la puerta.
—¿Y entonces que haremos? —pregunté sin ver ninguna solución a esto.
Él sacudió la cama y se quitó los zapatos para sentarse en la cama.
—¿Acostumbras preguntar tanto? —soltó algo irritado.
—Lo siento, padre William —dije algo avergonzada porque realmente había entrado en pánico.
Él pareció indiferente como si ya se hubiera resignado.
Si íbamos a pasar la noche aquí entonces realmente sería un problema, iniciando por el calor y que había solo una cama.
—Hay una sola cama —señalé para que me diera una solución a ese problema, lo veía muy cómodo ahí sentado.
—Puedes dormir en el piso si no quieres compartir. —dijo simplemente.
Él se quitó sus vestimentas quedándose en sus pantalones cortos dejando todo su ejercitado torso al descubierto, los tatuajes brillaban en su piel y sentí que dejé de respirar de la impresión por volver a ver su cuerpo semidesnudo.
Sabía que casi no había luz aquí, pero era muy consiente de todo su hipnotizante cuerpo.
—Padre pero... —dije conmocionada.
—Hace calor —dijo el padre William algo irritado sin ni siquiera voltearse hacia mí—, así que cállate y déjame dormir en paz.
Apreté los labios sin atreverme a decir nada más.
Él dejó las vestimentas a la orilla de la cama y se acostó.
Me quedé mirando alrededor, el piso estaba sucio y no era como si la cama no fuera lo suficientemente grande para los dos; así que solo me acerqué a la cama y me acosté del otro lado sintiendo que estaba temblando.
En mi vida había dormido con un hombre en la misma cama, mucho menos con el sacerdote de la iglesia.
—¿No tienes calor, Celeste? —preguntó el padre William luego de varios minutos.
—Sí —admití—, pero creo que sería inapropiado que me quite las vestimentas.
—Está oscuro —dijo—, no es como si te fuera a ver, además así hubiera luz, no tienes nada que me interese ver.
Uhm, no sabía por qué escuchar eso me dolió un poco.
—Yo...
—Me daré la espalda si así te sientes más cómoda —me interrumpió.
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Los ojos del pecado. Libro 1 y 2 (completo)
RomanceAtracción prohibida. Deseo incontrolable. Secretos pecaminosos. En la escuela de monjas llega el nuevo padre William, un hombre misterioso, silencioso y observador. Para Celeste que es aspirante a monja le intriga y le atrae sin poder evitarlo. Todo...