IX

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Lucia


-No olvides en llamarme- le digo a la amazona que me sonríe emocionada.

-No te llamaré, recuerda que allá no ahí telefonos, te mandaré una paloma mensajera.

-Mejor- sigo su broma.

Le entrego un regalo que se que le servirá en su estancia allá mientras resuelve sus asuntos y recupera el trono de su madre y acaba esa guerra que esa mujer amazona no pudo.

Se despide de Abaddon y de los demás que conoció anoche y así, sin más luego de darme miles de abrazos se va gracias a la avioneta que mandé a traer para que la lleven a España y cuando la veo partir deseo de todo corazón que esa mujer logré lo que madre no pudo.

Aveces quisiéramos tener una vida diferente pero nos regimos más de lo que nos sucede al nacer, de lo que nuestros padres no pudieron acabar y que nosotros estamos en la necesidad de hacerlo ya que por algo somos sus hijos y tenemos la necesidad de acabar con lo que ellos no pudieron.

Cada quien se dirige a sus asuntos y yo me niego a hablar en estos momentos con Abaddon ya que aún recuerdo lo que le dije anoche y el beso que nos dimos en aquel club- que es mio- así que me niego escuchar sus burlitas y más al no querer aceptar lo que dije.

Enserio, tengo que dejar de tomar como lo hago cuando salgo con las locas de mis amigas.

Anoche me deje llevar pero eso que le dije a Abaddon estuvo de más y odio que cuando estoy borracha digo estupideces y si dijo verdades que no diría en mis cinco sentidos.

-¿Porque huyes de mi Lucia?- pregunta el dueño de esa voz varonil que desde me beso casi me hace humedecer las bragas.

Casi.

-Por nada- camino hacia el castillo para librarme de Abaddon ya que desde que Atenea puso un pie en la avioneta y se fue, el está que jode.

-Eres una cobarde ¿Huyes por lo que dijiste anoche?

-Claro que no- especto siguiendo mi camino sin voltear a verlo.

-Yo diría que si, huyes como una cobarde. ¿Acaso no quieres admitir en mi cara lo que dijiste anoche?

-Estaba borracha.

-Aveces borrachos decimos lo que no haríamos sobrios- suelta y ruedo los ojos.

-Ese serás tú.

-¡Almenos di que sientes hacia mi!

-¡Te odio imbecil!- chillo entrando por las grandes puertas del instituto.

-¡Lo tomaré como un te amo mi guapo y sexy amigo!- suelto una risita por lo bajo y huyó de el subiendo por las escaleras.

Y sobre todo de esa lengua y esas manos que ya diría yo que serán una perdición para mí y mi cordura ya que sabe utilizar ambas.

Voy a mi oficina a resolver unos asuntos de la corte vampirica ignorando la mayoría de mensajes coquetos y burlones que me envía toda la mañana solo para fastidiarme y decirme que me veía hermosa en la madrugada medio borracha y diciendo que seríamos algo muy pronto.

Verónica llega una hora después avisándome que le dará una oportunidad de empleo al amigo de Abaddon, el vampiro llamado Victor y aún que le recomiendo que se lo piense, ella me ignora y acepta encantada darle la entrevista ya que la señorita necesita un asistente y cuando le digo que no le hace falta me recuerda que tengo uno, pero a Caleb yo lo veo más como a un hermano a qué a un empleado pero la señorita de cabello rizado no lo entiende.

Se hacen las 12 del medio día avisando que ya es hora de almorzar y me dirijo a la cafetería para comer algo ya que tengo el estómago revuelto y exigiendo algo de comida que no sean bebidas energizantes y vasitos de sangre que e bebido toda la mañana.

Corona Sangrienta #1 [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora