XXXIX

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El barro en mis manos me hace gruñir en voz baja mientras camino y mis botas se encajan en el barro a mis pies. Me quejo y refutó por ello.

Amo la guerra, eso no lo puedo negar. Me encanta cazar a personas o lo que este en mi camino, me encanta correr por los más grandes y peligrosos bosques de todo el planeta. Pero lo que siempre e odiado de esos momentos a sido la jodida suciedad.

Y ella no se queda atrás en este jodido laberinto que ya me tiene hoy hasta la coronilla de puro barro y tierra que se me mete hasta por la ropa. Apostaría que hasta la piel de mi culo a tocado el barro desde que entré a este laberinto de nuevo, ahora con Abaddon a mi lado.

El esta igual o más mugriento que yo, y no puedo evitar sentirme menos mal al ver su estado más sucio y asqueroso que yo. Odio toda esta suciedad es porque me dificulta agarrar un arma con total libertad. Aún que claro, un combate mano a mano es más divertido, pero como la gente que observa esta estúpida situación le gusta vernos sufrir por las dificultades aquí adentro.

Se supone que si estas aquí es porque eres un rey fuerte y poderoso. Pero carajo, que asco es tener barro hasta en el culo aun con ropa puesta.

—Puedo ver que piensas por tu cara de asco— me dice mi compañero en un susurro vestido de negro ignorando el barro y la suciedad y con un hacha en la mano derecha— Pero quiero que sepas que el barro no te quita lo hermosa.

Suelto una risita baja y sacudo la cabeza para alejar todos los pensamientos que vienen a mi cabeza en ese mismo instante que es muy inoportuno en esta estúpida situación.

Le indico a Abaddon por donde tenemos que seguir mientras el hace las señalizaciones ideales en las paredes del laberinto para no perdernos y saber si usamos el mismo camino dos veces. Lo observo en sumo silencio mientras va haciendo sus propias señalaciones de una forma que pasan muy bien desapercibidas. Abdiel le enseño muy bien estos meses.

Seguimos y seguimos matando demonios que son más grande que Abaddon y yo juntos. El pelea muy bien con esa hacha en la mano y lo escucho de vez en cuando suspirar cuando me ve arrancarle la cabeza a esa criatura, por ello e llegado a pensar que es masoquista.

—No me veas así— susurro con una espada en mi mano derecha y un hacha en la otra mano buscando indicio de Ramiro y su noviecita.

No hay nada, aún.

—No te estoy mirando de ninguna forma— susurra Abaddon caminando un paso detrás de mi con esta vez dos hachas en la mano mirando de vez en cuando a su espalda.

—Me estas mirando como si fuera un tesoro, amor lo acepto, si lo soy, pero no me veas así llena de barro— cruzo en una esquina— Te hace ver masoquista.

—No es masoquista, es admirar tu belleza aún en este desastre— le hago señas con la espada y el se detiene a medio camino cuando aparece una bestia grande y asquerosa ante nosotros parecida a un humano gigante en cuatro patas en el piso.

—Admira mi belleza después— le digo levantando ambas armas en mis manos— Por ahora admira como me encanta esto— analizo a la bestia unos segundos— Como me encanta matar.

Me le lanzo a la vestía encima al mismo tiempo y a los cietos minutos gozo cuando le arrancó las patas y los brazos haciéndolo chillar con tal fervor que escucho los alaridos de la gente en las gradas por el horror que se siente escuchar los gritos de esa cosa. Es terrorífico. Abaddon llega a mi lado y con el hacha ya llena de su sangre por varios golpes que le lanzo, se la clava en la cabeza arrancandosela cuando me hago a un lado.

La bestia gruñe y chilla pero sus alaridos se quedan en silencio cuando su cabeza cae por el piso. Me levanto y sacudo mis manos llenas de sangre negra y barro.

Corona Sangrienta #1 [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora