Prólogo

2.1K 91 10
                                    

Erika

Hace años...

—En verdad ¿no quiere reconsiderarlo, señora? —veo al hombre y a la mujer enfrente mío, no los reconozco de nada. No entiendo mucho de lo que está ocurriendo, hace un rato estaba en mi casa con mi muñeca Sofia, cuando mamá de repente me jaló del brazo y me trajo hasta aquí.

—¡Tómenla! O si no la quieren tener solo la dejaré bajo el puente y alguien en algún momento se la llevará o morirá... lo que ocurra primero. —mamá se ríe. Está muy alterada y habla como cuando se mete esa cosa blanca por la nariz. Me da miedo como se pone después de hacer eso.

La pareja de ancianos me toma arrastrándome con apuro del brazo hacia ellos alejándome de mi mamá, la cual no pone resistencia alguna.

—Bien... está bien, pero nunca más las volverás a ver, no estarás presente en cada uno de sus cumpleaños o fechas especiales ¿eres consciente de eso? —veo como mi mamá se ve aliviada y solo se empieza alejar, lo que hace que el miedo se empiece a apoderar de mí.

—¡Claro que estoy consciente! Sino ¿Qué sentido tendría regalarla? ya no es mi problema —es lo último que dice mientras se aleja en las calles oscuras, perdiéndose de mi vista.

La pareja baja la vista para mirarme, me ven con pesar, no es la primera vez que veo esa mirada en mis cinco años de vida. Siempre he sido una niña fuerte, casi nunca lloro y cuando lo hago, lo hago escondida para que mi mamá no me golpee por hacerlo. Pero... ahora siento que algo no está bien, siento que mi mamá... se ha ido y no sé cuándo volverá.

La pareja me adentra en una casa grande y me sientan en una silla frente a ellos, mientras siento como mis ojos me empiezan a picar y como la garganta me duele.

—¿Cómo te llamas, pequeña? No te asustes, queremos ayudarte —pregunta la mujer y trata de que me calme. Yo no puedo pronunciar ninguna palabra sin sentir que voy a llorar.

—Espera... tu mamá nos dejó esta pequeña maleta y dentro encontré... ¡esto! —saca mi muñeca Sofia y me la entrega, a lo cual yo la abrazo y la beso para que no se asuste como yo.

Tranquila Sofia... yo no te voy a dejar solita. Arrullo a mi muñeca para que no se desespere mientras entendemos que está pasando.

—Me llamo... Erika —digo en voz baja y mirando al suelo sin dejar de abrazar y proteger a Sofia. No puedo aguantar más y mis lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas.

—¿Dónde está mi mamá? ¿Cuándo vendrá por nosotras? Sofía... ella está muy asustada y... quiere ir a casa rápido —le digo a la señora sin evitar los hipidos y sollozos por los que mi mamá me suele golpear.

El hombre al lado de la señora se encuentra anotando en un cuaderno algo y le susurra algo a su acompañante. Ella vuelve a mirarme.

—Nena... tu mamita, pues, ella... tuvo que irse por mucho tiempo y... te ha dejado aquí para que alguien más tenga el privilegio de cuidarte. —eso confirma lo que temía desde que tengo uso de razón. Mi mamá... no va a volver por mí.

De repente escucho todo de forma lejana.

—Erika ¿podrías decirnos tu apellido? Necesitamos todos tus datos para poder encontrar alguien que quiera cuidar de ti. – escucho de forma extraña todas sus palabras, ya no tengo deseos de llorar, es como si todo en mi se hubiera pausado y ahora solo siento... nada.

—Eh... no tengo apellido, señola. Mi mamá y mi papá nunca me pusieron ninguno —respondo en automático sin resistirme, aflojando el agarre en el que tengo a Sofia.

La señora mira extraño, revisa unos papeles y continúa haciendo varias preguntas sobre mi edad, quien es mi padre, donde vivía y otras que mi mente no logra captar por el cansancio tan pesado que siento de repente.

—Emm, tengo sueño. —aviso.

—Descuida pequeña, eso fue todo por esta noche. Acompáñame a tu cama temporal. —ella se levanta y yo salto para poder bajarme de la silla ya que mis pies no logran tocar el suelo mientras estoy sentada. La sigo subiendo las escaleras oscuras sin dejar de abrazar mi muñeca para que no se asuste.

Llegamos a un cuarto oscuro, la señora enciende una vela para no despertar a los pocos niños que logro ver dormidos.

—Mira, hoy dormirás aquí. No hagas ruido y descansa, ya mañana veremos que hacer contigo, linda. —me susurra la señora y me cierra la puerta dejándome en la habitación sin más instrucciones.

Lo primero que hago es arreglar la falda de mi vestido, es el único que tengo y no quiero que se arruine ahora que... estoy sola. Arreglo también la ropita de Sofia, abro las cobijas de la cama sin hacer ruido y acuesto a mi muñeca arropándola primero para que esté cómoda, le doy un beso en la frente y me arrodillo a su lado poniendo mis codos sobre el colchón para hacer una plegaria.

—Querido Dios... —susurro solo para mi —por favor, no nos abandones tú también. Cuida a Sofia, no permitas que nos separen y en caso de que ocurriese, deja que ella sepa que no fue por mi culpa, deja que sepa que no tuve elección. Amén. —apago la vela y me meto en las sábanas para abrazar de lado a mi pequeña Sofia mientras le deseo las buenas noches y que sienta mi compañía.

Cierro mis ojos y todo es oscuridad inmediatamente gracias al cansancio del día. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ATADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora