Capítulo 57

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Esteban

El momento en que la dejé en esa isla fue uno de los momentos más horribles que he pasado. Tuve que obligarme a mí mismo a no mirar hacia atrás, porque sabía que si lo hacía no sería capaz de irme sin traerla conmigo. Todavía recuerdo sus ojos suplicantes que no entienden porque hice lo que hice, su voz cortada y su angustia.

Todo el viaje de regreso a Erede tuve que repetirme a mí mismo que esto era lo mejor, que era necesario para arreglar nuestros sentimientos por separado porque lo que ocurrió en Santorini no fue normal, yo realmente terminé de despertar todo aquello que creía controlado y que ahora no puedo volver a guardar y si volvíamos a convivir así solo la lastimaría al no saber cómo lidiar con esto. Tuve un terror que me heló la sangre al tener visiones de mi futuro, un futuro tan incierto ahora.

Cuando volví a nuestra casa todo parecía normal, como siempre sin ningún cambio y fui directamente a empacar sus cosas para enviarlas al siguiente día, pero no fue tan simple como yo creía, esto porque cada prenda tenía su olor, olor que me quemaba al recordar que no sé con certeza cuando volveré a verla, al recordar que debo mantener mis límites y no llamarla para escuchar su voz porque eso solo haría que vaya por ella derribando todo mi plan y barreras. Envié a Carina con ella para que no se sienta sola y para que cuente con ayuda en lo que necesite, quitándome así ligeramente un poco la culpa que tengo.

Cuando envié sus maletas a Obed pensé que sería más sencillo al no ver sus cosas por toda la casa que solo me torturan, sin embargo, no fue como pensaba al ver sus fotos en la mesa de noche, al ver la pintura que hice de ella en mi estudio la cual tuve que retirar para poder trabajar. Cada día ha sido un infierno que me confunde porque no comprendo el porque la casa de siempre luce ahora más apagada, sin color, sin vida. Estuve en este mismo lugar por diez años completamente solo y realmente pensé que al volver sería como retroceder al momento antes de que ella llegara a mi vida y volvería a la normalidad al estar aquí solo, solo con esa soledad a la que tanto aprendí a aferrarme como protección del mundo, es solo que ahora... no es igual que antes y odio pensar que ella es la razón.

Intenté no estar tanto tiempo dentro de la casa sino caminar en el terreno o ir a la cabaña a pintar como antes solía hacer, pero parece que hasta eso lo arruinó ¡no puedo pintar nada! mi mente está en blanco y todo lo que intento hacer me lleva nuevamente a pensar en ella. Llamo pocas veces a Mackenzie para verificar que ella se haya instalado bien y que esté alimentándose como debe y él me confirma que todo está perfecto para mi tranquilidad.

Una semana ha pasado, cada día intento convencerme de que este vacío que siento en las noches que no me ha permitido dormir es solo temporal por haberme acostumbrado a su compañía, pero por momentos lo llego a dudar. El día de ayer finalmente me digné a aparecer por la oficina sin encontrarme afortunadamente con Richard, tuve que ponerme los lentes negros que casualmente fueron un regalo de mi esposa, para ocultar las ojeras de estos ocho días en que no he sido capaz de dormir con el olor de su almohada a mi lado, sin el calor corporal de ella junto a mí.

Hoy repito lo mismo de ayer solo porque no quiero estar en mi casa y hago un poco de lo que tenía pendiente y salgo temprano llamando miradas que me molestan cuando paso por los pasillos, no me molesto en saludar o despedirme, solo quiero quitarme esta molestia del pecho y el dolor de cabeza. Pongo mi mano sobre la manija del mi auto en el estacionamiento del edifico cuando siento un empujón en mi hombro que me obliga a despertarme y ver al que me atacó.

—No estoy para problemas, Richard. Lo que sea que necesites ahora, escríbelo por correo. —le digo abriendo la puerta.

—¿Eres consciente de lo que estás haciendo, muchacho necio? ¿sabes lo que estás haciéndole a ella y a ti mismo? —pregunta dándome a entender que ya sabe todo.

ATADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora