Capítulo 61

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Erika

Lo veo, está aquí, no estoy alucinando ¿Por qué ahora y no antes? Esto es frustrante y al tenerlo tan cerca solo siento el dolor y la pena que me ha hecho pasar durante meses saliendo a relucir el odio que me prometí en un inicio tenerle. Bajo lentamente las escaleras de la entrada, me aseguré de que el vestido no permita que se note mi barriga que creció un poco haciendo ligeramente notorio mi embarazo desde que me enteré de este.

Quedo frente a frente con él en la arena y puedo ver de cerca su aspecto desarreglado, la barba le ha crecido y el cabello también, las ojeras bajo ese azul de sus ojos lo hacen ver muy mal en cuanto a salud y evito que la preocupación por el nazca en mi ¿porque tengo que sentir lástima por él? De un hombre desconsiderado e insensible que no vino a buscarme hasta que ya me vio perdida.

—Estás hermosa, reina. —primer golpe, ese apodo que me intenta quebrar esa coraza que he construido alrededor de mi corazón enamorado.

—¿A que viniste? Te dije que ya todo estaba dicho. —soy seca con él recordando su indiferencia en todo este tiempo.

Camino hacia la orilla del mar sintiendo que me sigue.

—Lo sé, pero no estoy de acuerdo. Hay muchas cosas que yo no he dicho.

—Entonces habla rápido o vete.

Me giro a mi costado para verlo junto a mí, se ve ansioso y parece que no sabe cómo comenzar.

—Quiero... quiero pedirte perdón... por todo—empieza mi mandíbula se tensa en automático—. Yo no pensé correctamente las cosas y ahora me doy cuenta de que fui un idiota, un tonto al no ceder a lo que siento por ti, al lastimarte tanto por mi cobardía e indecisión.

Ahora suenan como palabras vacías que tiene que decir para que no me separe de él.

—¿Sabes cuánto tiempo esperé esto? ¡cuatro malditos meses, Esteban! Era tan sencillo como esto, yo te habría perdonado con solo una palabra, pero ahora ya es muy tarde. —le digo con frustración ¿porque tardó tanto?

Me rehúso a que mis ojos se cristalicen y mostrarle mi debilidad.

Él parece quedarse mudo y yo intento volver a la casa, pero me toma de la muñeca repentinamente.

—¡Espera! No, aun no es tarde para que seamos felices—su voz angustiada se lleva mi atención— Perdóname, por favor—repite y yo niego con la cabeza intentando que me suelte, pero me llevo una gran sorpresa cuando sin aviso cae de rodillas ante mi ¿este es el mismo hombre orgulloso que yo conozco? —. Escúchame, quiero todo contigo y me di cuenta de eso en Grecia ¿lo recuerdas? y eso me asustó. Quiero que seas tú la madre de mis hijos, quiero tener la mascota que deseas, el sueño completo, mi amor —me besa la mano que me sujeta desesperado y yo estoy atónita, no puedo creer lo que estoy presenciando—. Quiero una niña con tus ojitos y un niño con tu cabello, que se parezcan más que todo a ti y no al fracasado y cobarde de su padre que por imbécil casi lo pierde todo por segunda vez, pero en esta ocasión orquestado por él mismo. —su pecho sube y baja respirando ahogado, como si le doliera hacerlo.

—Basta... no hagas eso... —digo con dudas al verlo humillado ante mí.

Mi armadura empieza a flaquear, ya no se si creer en él, puede estarme diciendo esto para convencerme y no quiero arriesgar a mi hijo por un amor efímero con un hombre tan indeciso.

—Ya no puedo creerte, Esteban ¿Dónde quedaron las promesas que me hiciste antes? ¿no habías prometido no dejarme nunca? ¿no dijiste que no tendría que volver a contar porque nunca más vería las estrellas sola? —mi voz se corta al citar sus palabras y carraspeo— ¿Qué pasó con no dejarnos ni en las buenas ni en las malas? Ya no estoy segura de poder confiar en ti... en tus palabras. —me duele mucho decir esto.

ATADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora