Capítulo 4

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Capítulo 4

Erika

No puedo creer esto, debe ser una broma de muy mal gusto, incluso viniendo del mismo Mike. Veo como se baja de su auto negro y fino con una sonrisa que me hace preocupar, también veo que está fumando con su típica prepotencia absurda, además de que puedo notar que bebió de los cocteles que empezamos a vender en el turno de la noche. Me preocupa el estado en que está y mi posición actual, ya que reviso mi reloj de mano rápidamente y veo que son las diez de la noche, nadie sabe dónde estoy y no tengo familia a la que puedan avisar en caso de que me ocurra algo.

- Señor... ¿Qué esta haciendo? ¿se encuentra bien? - digo nerviosa, pero intento disimularlo mientras se acerca a mi de forma peligrosa sin quitar su sonrisa que destaca en la oscuridad iluminada por el poste de luz blanca del lugar. Yo me aferro a mi pequeña maleta con fuerza esperando encontrar una explicación a esto y que no sea la peor.

- Erika, tan bella y sensual como siempre - dice estando ya en frente de mí y dejándome paralizada con su cercanía y palabras - no estamos en el trabajo, no me digas señor, me haces sentir viejo y solo soy cinco años mayor que tú, mi querida. - dice el acercándose a mi rostro haciéndome tragar el aliento a alcohol y acariciando mi mejilla con suavidad, provocando en mi un estremecimiento involuntario provocado por el obvio miedo que ya no puedo ocultar. El es mucho más grande y fuerte que yo.

Opto por poner en medio de nosotros mi maleta.

- Creo que no sabe lo que dice señor... vuelva a su auto y vaya a casa, mañana no diré nada de como lo vi. Quedará entre nosotros, no se tiene que preocupar, solo... váyase a su casa a descansar. - trago fuerte saliva al notar que a Mike no le agrado mi respuesta.

- Yo me siento excelente, todavía más teniendo a una jovencita, así como tu frente a mí, tan sola... tan débil y sin nadie a quien llamar ¿no es triste y excitante a la vez? - esta vez se descara totalmente y me empuja contra el poste de luz que está detrás de mí y aprovecha para restregarme toda su parte inferior contra mi falda mientras su mano sujeta de forma agresiva mi rostro para que lo mire directamente. Yo sigo manteniendo con fuerza la maleta tratando de alejarlo.

- ¿Qué quiere de mí? ¿Por qué me hace esto a mi específicamente? - le digo sin disimular la rabia e impotencia que estoy sintiendo, son más fuertes que el mismo miedo ahora mismo.

- Erika, pequeña e inocente Erika... eso es algo que me gusta de ti, tu valentía, no te acobardas ni siquiera en tu posición. - se burla sin soltarme - en cuanto a tu pregunta, creo que debo ser más claro. - carraspea y continua - como sabrás, conozco la vida de cada una de mis empleadas, se con quienes viven o que hacen en sus tiempos libres con sus familias, conozco sus edades y demás datos aburridos que normalmente no me interesan para nada, pero tu... - se acerca a mi cabello y se pega a este inhalando profundamente y con los ojos cerrados - tu eres diferente a las además, eres de las más jóvenes, no tienes registros de parejas previas - pausa, se lame los labios de forma pervertida y continua - y lo mejor de todo, no tienes familia ni amigos en general. Estas sola. Una belleza tan delicada y dulce como la tuya, pero sin nadie que la proteja.

Me quedó confirmado mi teoría principal, quiere abusar de mi y lo peor es que tiene razón en todo lo que dijo, nadie notaría que desaparecí, tal vez solo Daisy, pero a la semana asumiría que me marché sin decir más y sería rápidamente olvidada. El pensamiento de desprotección y desesperanza se me clava como un puñal en el pecho y mi respiración se hace más pesada, procuro no soltar ni una sola lágrima.

- Entonces, desea mi cuerpo... ¿Qué lo detiene ahora? - le digo retándolo sin pensar mucho las consecuencias de mis palabras, la ira de saber que tiene razón en todo lo que me escupió en la cara es más que el miedo por mi vida.

ATADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora