Alejandro

21 3 7
                                    

Violeta

Desde tiempo atrás me entró la inquietud de saber más de la vida de mis antepasados, es por eso que un buen día me di a la tarea de investigar empecé por la rama materna, a la primera que le pregunté fue a mi madre.

—¿Mamá tu que sabes de la vida de mi abuelo Alejo?

Pos la verdad casi nada, pero si deveras quieres saber de la vida de mi abuelo, anda al pueblo y le preguntas a mi tía Jovita y date prisa porque ya está re viejita y cualquier chico rato nos avisan que ya se murió.

Lo único que sabía de mi bisabuelo, era que había llegado del norte del país a trabajar en una hacienda de Jalisco, dicen que era muy bien parecido, yo lo recuerdo como un viejecito guapo—, mi tía Jovita y él eran primos hermanos, ella vivía en el pueblo donde nací y viví hasta los doce años. Un buen día me propuse ir a visitarla, cuando llegué al domicilio vi la puerta abierta, igual que cuando yo vivía en el pueblo, la llame a gritos. —Tía Jovita, tía Jovita ¿En dónde anda metida?

—¡Pásale a la cocina por acá andamos?

Cuando estuve frente a ella, me reconoció al instante yo me quedé sorprendida por su magnífica memoria ya que teníamos de no vernos cerca de cinco años, estaba acompañada de su nieta, Antonia.

¡Pero que milagro, dichosos los ojos que te ven! Exclamó con una sonrisa de oreja a oreja dejando ver su reluciente dentadura postiza, enseguida le dijo a su nieta— te dije o no te dije Toña, que nos iba a caer visita.

—¿Y cómo supo que venía tía? —Le pregunté llena de curiosidad—Cuando un gato se acicala, se prepara para recibir visita—. Después de su respuesta le pregunté.

—¿Ah poco si se acuerda de mí tía? —¡Pero como no! Eres Violeta la nieta de Eva que en gloria este. llegaste a la mera hora, vente siéntate—. Toña Sírvele de comer—Yo obedecí ya sabía que era inútil negarme, comimos las tres mujeres mientras yo contestaba a todas sus preguntas; era un deleite platicar con ella, ya que, pese a su avanzada edad, tenía muy buen oído, cuando terminamos de comer pasamos a la sala; estar en esa habitación era como viajar al pasado, mi tía aún conservaba los mismos muebles que cuando yo era niña, las cuatro paredes de la habitación colgaban retratos que contaban las historia de varias generaciones, en una de ella aparecía yo el día que hice mi primera comunión en compañía de mi bisabuelo. Seguí interrogando a mi tía.

—¿Oiga tía Jovita tu y mi abuelo Alejo que venían siendo?

—Alejandro y yo éramos primos hermanos, mi madre y la suya eran hermanas.

—¿Y ustedes siempre vivieron aquí en el pueblo?

No, nosotros somos del norte, pero cuando le paso la tragedia a Alejandro, él se vino para este lado y cuando mis padres murieron y me quede sola con la madre de Toña de brazo, tu abuelo fue por mí y pues desde ese tiempo he vivido aquí, de eso hace más de setenta años.

—¿Y qué fue lo que le paso a mi abuelo?

—Ay hija es una historia tan triste que no me siento con ánimos de revivirla.

—Oiga abuela y porque no le da las libretas que dejo mi tío, dices que ahí escribió desde que era chiquito—. Le dijo su nieta a mi tía bisabuela.

—Pos dirás bien, me acuerdo que una vez que lo vi escribiendo le pregunté.

—¿Pos que tanto escribes en esas libretas? veo que llenas una y sigues con otra—. A lo que me respondió.

—Mira Jovita, la vida pasa rápido y cuando uno va para viejo todo se le viene olvidando, es por eso que aquí está escrito todo lo que he vivido, para cuando me pregunten algo y no me acuerde no más veo mis libretas y ya puedo responder y mira si cuando me muera algunos de mis hijos o nietos o bien puede ser bisnieto se interesa por mi vida, no tengas empacho en darle las libretas; de hecho, su hija Celia la hija que tuvo con Domitila fue la que me trajo las libretas. ¿Si te acuerdas de Celia verdad?

Si, si me acuerdo de ella como de que no, aunque yo estaba muy chica.

Oiga tía ¿Y por qué no se quedaría ella con las libretas?

—Pos eso mismo le pregunté yo, y que crees que me respondió.

—No, pues si no me dice.

Me dijo que ella ya había mandado hacer un libro, que era un recuerdo pa sus hijos y sus nietos, pero que me había traído las libretas porque su papá o sea Alejo, se lo había pedido en su lecho de muerte, no fue buena pa hacerme un libro a mí, siendo que ella es rica, ¿no crees?

—Si, es verdad, eso hubiera sido lo correcto Oiga tía ¿Y Celia si era hija de mi abuelo Alejo, o no más era de Domitila?

—No, pos si, si era su hija, no cabe ninguna duda de eso, con decirte que Domitila era señorita cuando se casó con Alejo, bueno eso de casarse es un decir, porque ellos nunca se casaron, vivían en amasiato.

—¿Oiga tía y con cuantos años le ganaba mi abuelo a Domitila?

—Pos como veinte, si es que más.

—¡¡Tantos!! Pues cuantos años tenía mi abuelo cuando se juntó con ella.

—Pos tendría como sesenta o poco más y ella cuarenta, y mira que si lo quería, si vieras como lo cuidaba, le cortaba el cabello y las uñas, le limpiaba las orejas, bueno pa que me entiendas, lo cuidaba como niño chiquito, no te creas, en un principio creímos que Domitila se había casado con él por interés, aunque Alejo no tenía nada de valor, bueno si tenía sus casitas, pero las repartió en vida, figúrate le dio una a Juana que en gloria esté, le dio una a Rafa y otra a Braulio tus tíos, él solo contaba con su pensión del ferrocarril, pero ándale que nos vamos dando cuenta que la rica era ella.

—Ja, ja, ja, a mí nunca me nació decirle tía a Celia.

—Y bueno mija a lo que iba, como tú eres la primera que se interesa por saber de la vida de Alejo, si quieres las libretas te las doy, no más que son muchitas, también hay unos retratos, atrás dice los nombres de los que están ahí.

—Pues si usted me hiciera el favor de dármelas con mucho gusto se las recibo.

Toña trae las libretas, las puse en el veliz que esta debajo de mi cama.

Poco después regreso Toña cargando una maleta de lámina algo oxidada por el paso del tiempo.

—Aquí está el veliz, esta re pesado parece que tiene piedras.

—Que piedras ni que nada, son las libretas, sabrá Dios cuantos años tengan a ver si no se desbaratan de tan viejas, lo bueno que traes coche sino, no sé cómo te las llevarías en el camión.

Pasamos el resto de la tarde platicando recordando épocas pasadas, después de todo yo había pasado los primeros doce años de mi vida en ese pueblo, nos despedimos con un cálido abrazo y emprendí el regreso a la ciudad con mi valioso tesoro y con la promesa de volver al pueblo a visitar a mi tía antes de que ella se reuniera con sus antepasados, a los pocos días de mi regreso, empecé mi viaje al pasado, gracias a los cuadernos escritos por mi bisabuelo, eran solo cinco fotografías y a pesar de lo amarillento del papel por el paso del tiempo, aún se podían apreciar, en una de ellas aparecía mi bisabuelo elegantemente vestido del brazo de una hermosa joven vestida de novia, en las otras aparecían posiblemente familiares desconocidos para mí.  

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora