Parte/10

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El patrón era esposo y padre de familia, en el tiempo que llegue solo tenían dos hijos varones, ellos vivían en la ciudad solo pasaban el verano en la hacienda, la señora era la más hermosa mujer que mis ojos habían visto, además de ser una buena mujer con un corazón de oro, siempre llegaba cargada de ropa y juguetes que repartía entre las familias de los trabajadores. La primera vez que la vi quede deslumbrado por su belleza, era blanca como la leche, su pelo rubio como el trigo y unos ojazos azules como el cielo, desde a leguas se veía que ella era mucho más joven que su marido. Yo no podía creer como era que había terminado casada con el patrón, él también era bien parecido, por ella me enteré que sus antepasados eran criollos, eran españoles cruzados con franceses a eso se debía su apariencia, eran mexicanos porque habían nacido en México, pero más bien parecían gringos. Un día me presente en la casona pidiendo hablar con ella, ella me recibió y me condujo hasta la sala de la casona, era la primera vez que entraba a ese lugar, no me fije en nada solo en un gran cuadro pintado al óleo que colgaba de una de las paredes, en ella aparecía ella y su marido el día de su boda, vestía un hermoso vestido blanco parecía una virgen, yo me sentía como en el cielo, pero su voz dulce me volvió a la tierra.

—Tome asiento por favor y dígame en que le puedo servir.

—Perdone señora que la interrumpa —. Le hable de los trabajadores al final termine pidiéndole que intercediera con su marido para que les pagara una parte de su sueldo con dinero en efectivo, ya que todo trabajador tenía derecho a comprar en el pueblo algún antojo, ella me contesto.

—Me da gusto que se preocupe por los trabajadores yo me encargaré de eso y le prometo que todos los que sirven para mi marido recibirán su bono en dinero en efectivo.

A el patrón no le gustaba que su mujer abogara por los trabajadores, es por eso que estalló en cólera, su mujer lo escuchaba pacientemente sin contradecirlo, en cuanto el hombre ya no tenía argumentos que refutar su mujer le preguntó dulcemente.

—¿Terminaste? Siendo así cuento con que los trabadores recibirán su bono en efectivo.

Y el patrón le cumplió a su mujer, los hombres sabían muy bien que eso se lo debían a su patrona y en parte a mí, era tanta la admiración que sentía por la señora Celia que sin darme cuenta terminé medio enamorado de ella, pero me guardé muy bien ese sentimiento muy dentro de mí. Al paso del tiempo, me felicite de tomar la decisión de haber salido del Colorado, me sentía a gusto con mi nuevo trabajo, el clima era agradable. Los vecinos más próximos quedaban a una distancia considerable, me complacía mi nueva vida, por la noche me gustaba acostarme en el pasto a admirar el cielo estrellado.

A los días de haber llegado a la hacienda me di cuenta que el patrón tenía un genio de los mil diablos todo le molestaba, que si los niños rondaban por la casa, si las gallinas alborotaban en el corral, que si no le gustaba la comida, cuando los cuervos invadían los maizales, a la mayor provocación hacia uso del látigo, siempre cargaba una pistola en el cinto y si de casualidad se le atravesaba un perro en su camino sacaba el arma y lo mataba, los chiquillos cuando lo veían corrían despavoridos ya que no querían llevarse un latigazo a su paso. La hacienda tenía su propia capilla, pero no había sacerdote ya que el patrón era ateo, pero cuando la señora estaba en la hacienda, se ocupaba de que un sacerdote oficiara misa cada domingo, eran muchos meses que el patrón pasaba solo en la hacienda y a falta de esposa el hombre buscaba su propia diversión. 

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora