Parte/12/Segunda despedida

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Segunda despedida.

Después de que nació la niña yo seguí durmiendo en el piso, sin embargo, hice varios intentos de dormir con Juana, pero siempre que lo hacía aparecía Lucía con nuestra hija en brazos, así pasaron varios meses, un buen día me encontré con la señora Celia, esta me pidió amablemente.

―Alejandro me haría el favor de acompañarme a la casa, necesito hablar con usted.

―Con gusto señora.

En el camino no hablamos nada, yo creí que me quería para encargarme alguna tarea, la seguí hasta la sala de la casona ella me dijo que tomara asiento ella hizo lo mismo, enseguida mirándome fijamente a los ojos me dijo.

―Alejandro, debe dejar ir a Lucia y a su hija, si no lo hace no podrá ser feliz con su esposa.

Me quedé mudo por la impresión, no entendí como la señora sabía de Lucia, yo no le había contado a nadie ni siquiera a Agapito que era el único amigo que tenía en la hacienda, le respondí.

―No entiendo señora...

Ni trate de hacerlo, escúcheme por favor, usted vino a este lugar para tratar de olvidar su tragedia, la partera no es culpable de lo que pasó con sus seres queridos, a ellos se les termino su tiempo y usted tiene que aceptarlo.

―Lucia, Lucia era el amor de mi vida, ni siquiera tuve la dicha de conocer a mi hija viva y ahora otra niña ocupa su lugar, mi mujer esta enojada muy enojada por la estupidez que cometí me lo dice su mirada.

―Nada de eso, ella no puede estar enojada con usted.

―Entonces porque cada que intento acercarme a Juana se me aparece y me reprocha con su mirada.

Ella no puede estar enojada con usted, por una sencilla razón, ella no sabe que murió, tenemos que ayudarla a encontrar la luz, para que sigan su camino, deme sus manos por favor.

Enseguida cerro los ojos y empezó a murmurar algo que yo no pude entender, no sé cuánto tiempo pasó, de pronto me dijo―. Cierre los ojos y despídase de ellas―, en cuanto los cerré las pude ver, Lucia sonreía dulcemente, mire a mi hija y pude ver su rostro era hermosa, Lucia se acercó a mí y me dio un beso en los labios, se fue alejando hasta que desapareció por completo, la señora Celia soltó mis manos abrí los ojos, de ellos salía un torrente de lágrimas, ella espero pacientemente a que me calmara cuando lo conseguí me dijo.

Ellas ya se han ido, trate de ser feliz con su esposa.

En cuanto salí de la casona, me monté en el caballo y emprendí una carrera sin rumbo fijo, quería asimilar todo lo que había pasado, poco a poco mi tristeza se fue disipando no bien entré en la casa tomé en mis brazos a Eva, comprendí que Dios me estaba dando la oportunidad de darle el amor que sentía por mi hija a esa niña que ninguna culpa tenía de ser hija de un canalla, desde esa noche hice vida marital con Juana, Lucia ya nunca se volvió a presentar.

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora