Parte/17/Accidente

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En la hacienda todo caminaba bien, pero, el patrón a medida que envejecía se volvía más cruel, cuando estuvo seguro de poder confiar en Alejandro, empezó a pasar varios meses en la ciudad al lado de su familia, en esas ocasiones se iba cargado de frascos de mermelada de frutas, cajas de fruta, quesos, gallinas y conejos en escabeche, ese tiempo era como unas vacaciones para todos los que vivían en la hacienda, el tiempo pasaba, los niños se fueron convirtiendo en hombres y las niñas en mujeres, al igual que los hijos de los trabajadores y los del patrón.

En una ocasión en que el patrón regresaba a la casona montado en su caballo, una de las patas delanteras del animal cayó en un hoyo, provocando que el animal cayera con todo y jinete con tan mala suerte que la bestia cayó encima del hombre aplastando su cuerpo, afortunadamente unos trabajadores vieron el accidente y corrieron en su auxilio, pese a que el cuadrúpedo no duro mucho tiempo encima de su amo, éste resulto con múltiples lesiones, lo que lo mantuvo cinco meses envuelto en vendas, entablillado por las fracturas, lo que lo mantenía tieso como una tabla, con parches en todo el cuerpo y atroces dolores y comezón en todo el cuerpo, tal como si tuviera urticaria, devorado por la impaciencia, su carácter empeoró, hasta que no hubo enfermera que lo aguantara, doña Celia fue avisada del accidente de su esposo, dejo a sus hijos a cargo de sus padres y corrió al lado de su marido, era la primera vez que salía de su zona de confort.

Ella siempre había estado protegida por su familia, rodeada de comodidades y sin obligaciones, pero ahora necesitaba dejar esa vida para hacerse cargo de la situación.

En cuanto ella llegó el patrón adquirió la costumbre de decir que todo lo que comía le hacía daño, excepto lo que doña Celia le cocinaba, ella pasaba buena parte del día cocinando y haciendo tortillas calientes para el enfermo, además de hacer de enfermera, darle baños de esponja, cambiarle las vendas, ponerle la bacinilla y tirar sus desechos, el hombre a medida que pasaba el tiempo se volvió más y más exigente y despótico con la pobre mujer.

―Ponme la almohada aquí, no más abajo, te dije que más arriba, tráeme leche, te dije que café no leche, abre la ventana, no mejor ciérrala, me duele aquí, me duele allá, tengo hambre, tengo sed, ráscame la espalda, más abajo, tengo frío, tengo calor, doña Celia le empezó a tener más miedo que cuando estaba fuerte y sano y le exigía sus deberes de esposa con su vozarrón de macho en celo, imponiendo su voluntad, llego a detestarlo. Ella se sentía sola y confundida en los momentos decisivos al único que acudía era a Alejandro, él le agradeció por su confianza, ella le contesto que, él era al único hombre noble y Leal, en el que podía confiar plenamente, al final del día le ofrecía una taza de café se sentaban mirando hacia la oscuridad sin pronunciar palabra alguna a pesar de que tenían muchas cosas que compartir y muchos pendientes que arreglar, pero ambos comprendían que esa media hora que pasaban juntos era solo de ellos, se conocían desde hace varios años para no adivinar lo que pensaba el uno del otro.

Convivieron tanto en esos meses, Alejandro le ofreció su hombro para que desahogara sus penas, doña Celia le contó su vida, y Alejandro la de él, compartieron penas y alegrías, Alejandro sentía que se estaba enamorando poco a poco de ella, fue un amor platónico, solo quería protegerla, de parte de ella solo sentía agradecimiento a un buen amigo.

A los tres meses llego la madre del patrón y su hermana, ellas se hicieron cargo del enfermo, a don Silvestre no le quedó más remedio que aceptar las decisiones de su madre ya que ésta no pedía, ordenaba al igual que él, lo que sirvió para darle un respiro a doña Celia, en lo que el hombre no claudico fue en que su esposa volviera a la ciudad, la quería mantener a su lado hasta que recobrara su salud perdida.

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Cuando el patrón estuvo completamente restablecido volvió a sus a sus actividades habituales su carácter no mejoro seguía siendo el hombre cruel y despiadado con los trabajadores, en un futuro no muy lejano eso le iba a costar muy caro y ya no faltaba mucho, algo muy malo estaba a punto de suceder en todo el país.

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Mensaje del más allá:

Doña Celia compartió sus presentimientos a Alejandro.

―Sabe Alejandro anoche recibí la visita de mis muertos, me vinieron a advertir de un peligro que se avecina, una desgracia que vamos a sufrir todos los habitantes de este país, va a correr ríos de sangre.

―No se aflija tanta doña, Celia quizá solo se trata de un mal sueño.

Pero Alejandro sabía que recibir mensajes de los muertos, era un don o maldición que ella tenía, ya que gracias a esa facultad él se pudo despedir de su amada esposa y su hijita.

―Alejandro, usted sabe que mis muertos, no se equivocan.

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora