Parte/40/El adiós a Martina

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Partida de Martina.

Martina contrajo matrimonio con Gervasio, Rafaela acompañó a su hermana vistiendo su hábito de novicia, les nacieron dos hijos una niña y un niño, la pareja vivía en el pueblo en una casa amplia, amueblada modestamente, Martina se encargó de embellecerla con cortinas, colchas, carpetas, servilletas elaboradas con sus propias manos, en el patio abundaban las plantas y el trino de los pájaros, la felicidad de la pareja se vio truncada por la muerte inesperada de Martina, simplemente se durmió y no despertó, Eduardo fue expresamente al pueblo para practicarle la autopsia, Martina había muerto de una lesión en el corazón, de la que nadie se había percatado ya que la joven mujer nunca manifestó ninguna dolencia que la delatará. Las vecinas estaban tan sorprendidas por la muerte prematura de Martina.

―Ay Juanita pos que le paso a su muchacha, si todavía ayer la vi tan llena de vida.

―Pos así son las cosas doña Prudencia, un día estamos aquí y al otro ya no estamos y pos según mi yerno a mija se le cayó el corazón.

―¡Qué barbaridad, mire lo que son las cosas, doña Libradita, acaba de completar 104 años y mírela derechita, derechita!

―Ya ni me lo refriegue en la cara, yo no entiendo a Dios, esa vieja era la que debería estar tendida en su cama y no mija.

―Eso mismo digo yo, pero ya sabe cómo dicen uno pone y Dios dispone ¿Oiga doña Juanita y usted se va hacer cargo de los niños o doña Basilia la madre de Gervasio.

―Todavía no se sabe, pero lo más seguro es que Rafaela se haga cargo de las criaturas.

―¡¡La monjita!! Pero se va a llevar a las criaturas al convento.

―¡A mire, ya va a empezar otro rosario!

―Entre rosario y rosario, los chismorreos siguieron.

―Pos dice doña Juanita que lo más seguro es que la monjita se haga cargo de los niños.

―Pos yo lo dudo, usted cree que Gervasio va a acceder a que les quiten a sus niños.

―Pero si nadie se los va a quitar.

―Pos como de que no, ni modo que la monjita deje de ser monja pa venir a cuidarlos.

Pos eso ya se verá más adelante, cuando se acabe el novenario.

El misterio se develo pocos días más tarde, Rafaela colgó su hábito y se vistió con la ropa con la que llegó al convento diez años antes, se instaló en la casa de su difunta hermana y se hizo cargo de todo, el niño tenía nueve años y la niña ocho, Rafaela ya no era la monjita, ahora era la señorita, las personas pronto se acostumbraron a ver a Gervasio a Rafaela y a los niños como un matrimonio, al año de fallecida Martina, Gervasio habló con su cuñada.

―¿Rafaela por qué no nos casamos?

―¡¡Pero ¡¡qué dices, Imagínate lo que va a decir la gente

―No importa lo que la gente diga, los niños te quieren como si fueras su mamá.

―¿Y tú también me quieres como la madre de tus hijos?

―Al principio sí, pero poco a poco me he ido enamorando de ti, creo que es lo que tu hermana le hubiera gustado, tú también me quieres y no como cuñado.

―¿En qué te basas para tal afirmación?

―En la forma en que me miras, como solo una mujer enamorada lo hace y si no es verdad, dime que estoy equivocado mirándome a los ojos.

Calla, estás confundido no sabes lo que dices.

―Si lo sé, no me tienes que contestar en este momento, medítalo y veras que es lo mejor para los niños y nosotros y si tanto te importa el qué dirán de la gente, nos podemos ir a vivir a la ciudad o a dónde tú quieras.

Rafaela buscó el consejo de su hermana Eva, de su padre y por último a su confesor, todos le dieron su bendición y acabó aceptando. La pareja contrajo matrimonio sin ceremonia ni testigos, Gervasio mudo sus pertenencias a la habitación de Rafaela, en el día nada cambió entre ellos, pero en las noches nunca volvieron a dormir solos.  

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora