Parte/3/Boda

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Boda

El abuelo de don Raymundo mando construir una capilla en el Colorado a petición de un cura, un sacerdote que iba cada cierto tiempo a oficiar misa, a confesar e impartir la sagrada comunión, bautizar a los recién nacidos, darles la primera comunión a los niños que ya estaban preparados para recibirla, casar a las parejas que vivían en amasiato, (unión libre), y algunas veces dar los santos oleos a algún moribundo, que tenía la suerte de morir en los dos días que permanecía el sacerdote en el Colorado.

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El día de la boda la gente esperaba impaciente en la capilla la llegada de los novios, ésta estaba adornada con flores blancas, el primero en llegar fui yo, ataviado con mi ropa nueva, pantalón negro, camisa blanca, un fajo de pura piel de víbora, zapatos y calcetines negros y un sombrero de fieltro, poco después llego la novia ataviada con un hermoso vestido blanco lleno de encajes de chantillí, en la cabeza traía una corona de flores naturales de donde prendía un largo velo blanco que servía de cola que dos niñas levantaban para que no barriera el piso del recinto sagrado, en las manos traía un ramo de camelias blancas, el sacerdote salió a recibirla a la puerta de la capilla, Lucia entro del brazo de su padre, que la condujo al pie del altar donde yo la esperaba, me la entregó, yo quedé deslumbrado por su belleza parecía la mismísima virgen María. El sacerdote oficio la misa, seguido de un largo sermón los viejitos y los niños luchaban para contener los bostezos para no quedarse dormidos, después del sermón siguió el rito del matrimonio, cuando me preguntó el sacerdote que si aceptaba a Lucia como mi esposa en la buenas y en las malas, en la salud y la enfermedad, contesté sin titubear Acepto, cuando finalizo la misa con la ansiada bendición en la que el sacerdote bendice a los presentes, salí del brazo de mi hermosa mujer, en el atrio fuimos recibidos con una lluvia de arroz, nos dirigimos a la casa de mis padres seguidos por las personas que habían asistido a la ceremonia, el banquete se celebró en el corral de la casa, que en esos momentos ya estaba lleno de gente ya que me di el lujo de invitar a todos los trabajadores, tanto a los que vivían en el Colorado como a los que venían de fuera, los padrinos de velación fueron el gringo y su esposa, llegaron acompañados de unos músicos que fueron los que alegraron el evento, también llegó un fotógrafo, la comida fue abundante ya que no solo se sirvió la carne de puerco, sino que también matamos algunos guajolotes y pollos, la celebración duro dos días ya que en esos tiempos se celebraba la boda y la tornaboda, la novia tenía que pasar una semana después de la boda en casa de sus padres, esos días fueron un infierno para mí ya que ardía en deseos de tener a mi amada entre mis brazos.

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Noche de bodas.

Por fin se llegó el día en que fui a recoger a mi esposa a la casa de sus padres, esa fue la semana más larga de mi vida.

Al atravesar el umbral de nuestra casa cerré la puerta, enseguida levante a Lucia por la cintura, ésta se estremeció con mi contacto y la conduje a la alcoba, ella estaba de pie yo arrodillado, busqué el calor oculto entre sus pechos, la fragancia que emanaba de su piel, inundó mis fosas nasales, desaté las cintas de sus botines, aparecieron sus piececitos desnudos, que acaricie eran tal como me los había imaginado pequeños como los de una niña, le desabotone su vestido, lentamente la fui despojando de toda su ropa quedando al descubierto sus piernas firmes cubierto de una ligera vellosidad, la vi desnuda y con mis labios trace su camino hasta su sexo, ella no puso la menor resistencia a mis atrevidas caricias, enseguida me quite la ropa en ese momento solo éramos como el primer hombre y la primera mujer, no había espacio para seguir las reglas del recato impuestas por los sacerdotes para tratar con el debido respeto a tu esposa, dejando de lado las caricias obscenas, esas solo se dejaban para las prostitutas según ellos.

Yo nunca había amado así, ignoraba esa entrega sin barreras, temores ni reservas, no recordaba haber sentido tanto gozo, estaba maravillado descubrí la forma de su cuerpo, su calor, su sabor, su aroma, la exploré palmo a palmo, era como si ella me gritara, tómame, poséeme, recíbeme, porque así del mismo modo te poseo yo, oculté mi cara entre sus pechos aspirando la tibieza de su piel, ella me acogió y me abandone, sumergiéndome en sus brazos, tome posición de ella, su cuerpo vibraba como un delicado instrumento, un hondo suspiro salió de su boca, la felicidad nos inundó al mismo tiempo. Permanecimos estrechamente abrazados, hasta que el deseo volvió, descubrimos el amor en toda su plenitud. Despertamos con las primeras horas de la mañana y los trinos de las aves.

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora