Parte/4/no hay felicidad completa

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Parte/04

No hay felicidad completa.

Así empezó nuestra vida llena de felicidad. Lucía le dio el toque femenino a nuestro hogar, puso cortinas en las ventanas, cubrió la mesa con un mantel con bonitos bordados, el colchón fue cubierto con sábanas blancas con nuestras iniciales entrelazadas "A y L" una colcha de ganchillo, todo había sido elaborado con sus propias manos, el patio estaba engalanado con macetas con diferentes plantas y una jaula grande con jilgueros que todo el santo día se la pasaban cantando. Éramos muy felices, pero, como no hay felicidad completa, una pena nos embargaba, Lucía no encargaba niños, Al ver que esto no pasaba, nos hicimos a la idea de no tener hijos nos amábamos bastante como para que ese hecho empañara nuestro amor, teníamos varios sobrinos y ahijados, ellos no llenaban por completo el hueco en nuestras almas, pero ayudaba a no extrañar tanto la falta de nuestros propios hijos, la llevé al doctor no encontró nada mal, ella tomó todos los brebajes que el yerbero y la partera le recomendaron, pero nada surtía efecto.

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El párroco nos aconsejó que pidiéramos un milagro a la virgen de Guadalupe, yo no era ni soy muy creyente que digamos, pero por darle gusto a mi mujer, fuimos como peregrinos al santuario del Tepeyac a la ciudad de México, el sacerdote nos dijo que no había necesidad de hacer un viaje tan largo, ya que la santísima virgen de Guadalupe escuchaba el ruegos de sus hijos en cualquier parte, solo teníamos que pedir el milagro con mucha fe, pero yo quería hacer feliz a mi mujer y ella creía que si íbamos al santuario de la madre de los mexicanos nos iba a escuchar mejor, yo le pedí permiso a don Raymundo éste accedió de buen grado, aprovechó para encomendarme algunos encargos.

Fue un viaje largo e incómodo ya que en esos años el tren duraba varios días en ir y venir a cualquier ciudad, no es como hoy en día que en un abrir y cerrar de ojos va uno y viene. -o-

Cuando llegamos a la ciudad nos fuimos directamente al santuario del Tepeyac, imitamos a los peregrinos que devotamente entraban de rodillas al recinto sagrado, yo no era la primera vez que iba a la ciudad de México, es por eso que la conocía bien, nos hospedamos en el mismo lugar donde yo solía quedarme cada vez que iba, fuimos hacer los encargos del señor Raymundo, lleve a Lucia con un doctor que me recomendó el patrón, yo estaba consciente de que la ayuda de un doctor le ayudaría a la Guadalupana a realizar su milagro, éste la examinó muy bien, no encontrando nada anormal, en esos años el no tener familia se le atribuía exclusivamente a la mujer, ahora sé que también los hombres pueden estar incapacitados para engendrar familia, el doctor nos entregó un librito con imágenes de unas posturas sexuales y las instrucciones. Ya que según dijo, muchas veces con eso se solucionaba el problema, salimos del consultorio muy esperanzados, sobre todo Lucia, los siguientes dos días los dedique a mostrarle la ciudad a Lucia, paseamos por el paseo de la reforma terminamos visitando el castillo de Chapultepec, no podíamos dejar de visitar Xochimilco y pasear en una trajinera, recorrimos el mercado de las flores, comimos ricos antojitos, visitamos las pirámides y ahí terminó nuestro viaje, fue como una luna de miel, ya que cuando nos casamos no tuvimos una.

Lo primero que hizo Lucia al llegar a nuestro hogar fue colgar en la pared una imagen de la Guadalupana que compramos, desde ese día rezaba todas las noches el santo rosario, ella siempre terminaba pidiendo el milagro tanto tiempo esperado. Pero pasaban los meses y el ansiado milagro no aparecía, poco a poco nos fuimos haciendo a la idea de que nunca íbamos a ser padres, para ser sinceros yo era muy feliz con mi mujer y no creía que con la llegada de un hijo aumentara mi felicidad, pero Lucia no pensaba igual, yo veía la tristeza reflejada en su cara cada vez que tenía a un recién nacido en sus brazos.

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora