Parte/21/Dolorosa sorpresa.

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Yo tome la resolución de dejar la hacienda tal como me lo propuso doña Celia quería poner a salvo a mi familia, cuando entré a la casa, grande fue mi sorpresa al encontrar a Juana en un mar de llanto, al pelotón de Eleuterio se les sumó otro miembro más, mi hijo Alfonsino, deseché la idea de dejar la hacienda, con la esperanza de que cuando mi hijo volviera encontrará a su familia.

Desde ese fatídico día mi compadre Hipólito me tuvo al tanto de la avanzada de los revolucionarios, me desesperaba no tener noticias de mi hijo, en ese tiempo la cabeza de Juana se volvió completamente blanca de canas por la mortificación, cada que escuchábamos los cascos de algún caballo, creíamos que nos traían la noticia de que Alfonsino había caído muerto por la lluvia de balas, o fusilado en algún paredón por los federales y tal como dijo Eleuterio, siguieron llegando hombres, apenas respirábamos un poco cuando llegaban otros, poco a poco se fueron terminando los animales así como el maíz y el frijol de la cosecha de ese año, lo sembrado en los campos sirvió de alimento a los caballos de los revolucionarios, semejaban a una legión de hormigas depredadoras, la gente que nos quedamos en la hacienda la mayoría ancianos, abuelos y abuelas que quedaron al cuidado de una legión de nietos, todo era desolación, los pocos que quedamos no las ingeniamos con lo que sembrábamos en nuestro corral, la tienda de raya fue saqueada por completo, pronto los dueños de las tiendas del pueblo se vieron en la necesidad de cerrarlas por falta de mercancía que vender, se desato una hambruna generalizada por todo el país.

El regreso de Alfonsino:

Paso un año de la ida de Alfonsino, cuando un buen día, vi que venía un muchacho flaco tambaleándose por el camino, conforme me fui acercando vi que el que venía por el camino tenía la pinta de Alfonsino, mi corazón me dio un vuelco, pero tenía mis dudas, cuando estuve frente a él, cayó desmayado a mis pies boca arriba, me baje del caballo fue cuando lo pude ver de frente y constaté que ese muchacho greñudo, barbón, desgarbado que estaba en los huesos, vestido en harapos y unas botas agujereadas desgastadas por el uso que a la larga se veía que no eran de su medida, era mi hijo. Lo agarré como si fuera un mono de trapo lo atravesé en el caballo y me vine para la casa a todo galope cuando llegué lo acosté en la cama y le dije a Juana.

―¡¡Juana Alfonsino ha vuelto atiéndelo, voy por don Simoncito!!

Antes de salir de la casa escuché a Juana dar un grito mezclado de alegría y dolor al mismo tiempo, ya no oí más. salí a todo galope por don Simoncito, en unos cuantos minutos llegue a su casucha, no le di tiempo de nada, lo saque a las volandas y lo monté en el caballo, me regrese al galope sin tener ninguna consideración con el pobre viejo, ya tendría tiempo de disculparme más tarde, ahora lo importante era que atendiera a mi hijo cuanto antes.

El viejo sabía muy bien su oficio a pesar de ser corto de vista, al momento detecto que Alfonsino estaba muy deshidratado y desnutrido, estaba ardiendo en calentura y deliraba, cuando termino de revisar a mi hijo y darnos las instrucciones, regrese a don Simoncito a su vivienda y me disculpe, él comprendió, regrese a la casa con las hierbas medicinales, Juana estaba tratando de bajar la temperatura poniéndole lienzos mojados en la frente y trataba de que tomara agua, le di la hierbas medicinales a mi mujer para que prepara el medicamento para empezar el tratamiento, entre su delirio balbuceaba palabras incoherentes.

Experiencia dolorosa.

Poco a poco con los cuidados de su madre y una buena alimentación mi hijo se fue recuperando, una semana después Alfonsino estaba completamente recuperado, le pregunté qué tan mal la había pasado para quedar en ese estado, él no tuvo inconveniencia de contarme.

Mire padre, aunque Fidel, si se acuerda de él, es el hijo de don Toño, no del Toño que trabajaba aquí en la hacienda antes de que la tomaran los revolucionarios, es el Toño que trabaja en la hacienda del señor Basilio.

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora