Parte/31/Cartas misteriosas.

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Un buen día Martina le entregó una carta a su hermana Eva,

Eva, tengo una cosa para ti, pero tienes que adivinar que es.

―No juegues Martina, si es cierto que tienes algo para mí dámelo y ponte a trabajar.

Está bien, amargada, aquí tienes.

―¡¡Un sobre!! ¿Estas, segura que es para mí?

Claro a no ser que haya otra señorita Eva.

Eva guardo el sobre y empezó la clase, Martina protestó.

―¿Pero no lo vas a abrir?

―No, sigue escribiendo.

A Eva la invadía la curiosidad sin embargo no abrió el sobre hasta estar recluida en la pequeña habitación que, entre su padre, su abuelo y sus tíos habían construido para ella, para darle más privacidad, cuando al fin abrió el sobre se encontró con una carta, a la luz de una vela la leyó.

12/9/19...

Estimada señorita, primeramente, quiero abogar por su perdón, por atreverme a escribir esta carta.

La primera vez que tuve la fortuna de verla quedé cautivado por su belleza y, cuando usted posó su vista en mí, sentí morir. No podía respirar, se me detuvo el pulso. Cuando recuperé la compostura tuve que contener el impulso de estrecharla entre mis brazos y besar sus labios color granate. Desde ese día cada vez que vengo al pueblo, me paseo frente a su casa con la esperanza de volverla a ver. Es por eso que me atreví a convencer a su hermanita para que fuera el medio de hacerle llegar esta primera carta de las muchas que pienso escribirle, hasta que se compadezca de este servidor y acepte contestarme. Estaré esperando su contestación, en este código postal...

Atentamente.

Su eterno enamorado.

Cuando la termino de leer, Eva pensó que el señor Mark era el que escribía, pero enseguida descartó la idea, ella conocía su letra perfectamente bien además un señor tan importante como iba a posar sus ojos en una muchacha tan humilde, que ilusa era tan solo de pensarlo. Las cartas siguieron llegando llena de palabras cariñosas referente a su persona, Eva no contestaba, pero eso no desanimaba al enamorado anónimo.

Carta:

Marzo/10/19...

Usted entró en mi vida, como un ángel que al pasar a mi lado robó mi corazón. Nunca olvidaré ese día. Usted llevaba un vestido azul que hacía juego con sus ojos del color del cielo, se veía tan hermosa a pesar de la pena que la embargaba, quedé deslumbrado que no pude dejar de fijarme en su nuca perfecta, su cuello redondo, sus hombros suaves, acariciados por su pelo rubio peinado en dos trenzas, que se escapaban de su rebozo que cubría su cabeza, tenía que ser un imbécil para no ver esa aparición que me provocaba un sinnúmero de emociones, con su porte de reina y esa manera de moverse al caminar como si fuera volando, varias veces ha pasado delante de mí sin verme, con su risa cantarina, yo me quedo en la calle mirándola hasta que se pierde a lo lejos, no soy el único hombre que suspira por su amor, pero si soy el único que la ama desde el primer día que la vi. No se me pasa por la mente que estoy muy lejos de ser el pretendiente ideal para usted, joven celestial, puesto que disto de ser buen mozo, pero tengo un buen futuro por delante, usted es la única mujer digna de ser mi esposa y si usted no me acepta prefiero la vida monástica.

A medida que llegaban las cartas, Eva poco a poco se fue encariñando después de un corto tiempo, Eva contesto por primera vez, las palabras cariñosas del enamorado se transformaron en palabras de amor, en la última carta recibida su enamorado le preguntó.

―¿No cree que ya es tiempo de conocernos? bueno eso de conocernos es un decir, porque usted y yo ya nos conocemos, todos los días a las seis de la tarde voy a estar esperando a la entrada del establo. Espero no decepcionarla.

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora