Parte/ 37/Boda

4 1 2
                                    


Boda.

Al día siguiente, Eduardo esperaba impaciente la llegada de su prometida, poco después, llegó Eva como una aparición con un hermoso vestido blanco de finísima  tela, adornado de costosos encajes, elaborado por las expertas manos de una prestigiosa modista de la capital, su cabeza iba adornada con una corona y un ramo de camelias blancas en sus manos, el sacerdote ataviado con sus paramentos de misa mayor esperaba a la novia parado en la puerta de la capilla y un acolito a su izquierda con un incensario en las manos, el humo envolvió a la novia que siguió al sacerdote por el largo pasillo de la capilla del brazo de Alejandro hasta el pie del altar donde la esperaba Eduardo que miraba extasiado a la hermosa mujer que en breve iba a convertir en su flamante esposa. La ceremonia dio comienzo y después del largo sermón que había preparado el cura exaltando las virtudes de los desposados.

Eva no le escuchaba su pensamiento viajaba al pasado recordando el día que conoció a su prometido, volvió a la realidad cuando el sacerdote bendijo las argollas matrimoniales y ambos jóvenes se las colocaron en el dedo anular, poco después los declaró marido y mujer en presencia de sus parientes y amigos más íntimos, más de cien personas en total se dirigieron al gran salón de la hacienda a disfrutar del banquete, dónde desfilaron las soperas con crema de verdura, fuentes con ensalada de vegetales frescos, bandejas con pavos rellenos, langostas gratinadas, lomo y piernas de cerdo glaseadas, postres y el gran pastel de naranja y limón.

Las manos de las monjas Clarisas fueron las encargadas de elaborar el magnífico festín. Mientras que en el patio de la hacienda bajo la enramada se dispusieron mesas para que comieran los trabajadores, el banquete que constaba de mole dulce, sopa de arroz rojo, carnitas, guacamole, frijoles fritos y tortillas de maíz y mientras en el gran salón se brindaba por la felicidad de los novios con copas de champan importado de Francia, los trabajadores brindaban con tequila. Después de la comida Eva y Eduardo bailaron su primer vals, interpretado por una orquesta, mientras en el patio los jóvenes bailaban al son de las notas de un viejo acordeón, acompañado por las cuerdas de unas guitarras, cuando terminó la fiesta ricos y pobres iban a recordar ese evento por muchos años.

Los novios partieron a Europa, tres meses después regresaron de su luna de miel.

Una joven mujer, a la que Eva le calculó unos treinta años, pero podría tener más, los recibió en su casa nueva, que todavía olía a pintura y cemento fresco, llena de flores y fuentes con frutas. Tal como Eduardo  había ordenado. Al cruzar el umbral por primera vez, Eduardo levantó a su mujer en brazos, enseguida llevo a Eva a recorrer la casa, ella paseaba la vista encontrando todo muy bonito, en la puerta de la sala Eduardo le pidió que cerrara los ojos y la condujo de la mano hasta el centro.

—Ya puedes abrirlos―le dijo.

Frente a ella estaba un maravilloso piano.

Se cuanto te gusta tocar, espero que lo disfrutes.

Ella le dio las gracias muy emocionada, después fueron a la recamara esta era una estancia grande con las paredes tapizadas en seda azul, muebles grandes y elegantes, ventanas con vista a un gran jardín, una cama de latón con dosel, las cortinas de organza volaban por el viento que entraba a través de la ventana, desde la cama se podía admirar el cielo de un azul ultramar.

Todo en la casa era amplio y acogedor, aunque a Eva se le hacía demasiado grande teniendo en cuenta, que siempre había vivido en casas pequeñas, pronto se habituó, al día siguiente llegaron otras dos mujeres, la señorita Aura se encargó de recibirlas y les asignó sus tareas, Eduardo le preguntó a Eva.

―¿Y dime que te parece la señorita Aura?

―Es muy eficiente, tanto que no me deja hacer nada además yo no sé nada de ella.

―Me tengo que ir al hospital, pero plática con Librada ella te dirá todo lo que quieres saber.

Eduardo le dio un beso y salió para el hospital, Eva siguió su consejo y habló con su empleada.


AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora