Parte/26Eva sabe la verdad

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Eva descubre quién es su padre

Juana le contó su desgracia su hija, Eva la escuchó sin interrumpirla, cuando ésta termino, Eva le preguntó.

—Quiere decir que el hombre que hasta hace unos momentos creí que era mi padre, no lo es.

No hija, Alejandro no es tu padre de sangre.

—¿Y él lo sabe?

—Si, él me sacó del lodazal en el que me hundió el malvado de...

—Y yo que creí que solo era su hija, ahora como lo voy a ver a la cara.

—Hija, saber la verdad no cambia nada entre él y tú, quiero que regresamos a la casa juntas.

—No, yo me quedo aquí, tú me odias de la misma manera que odias a mi padre de sangre, yo no te odio, pero no te quiero como te quieren mis medios hermanos, cuando era niña solo me inspirabas miedo, nunca recibí de ti ni una caricia, ni una palabra amable, solo regaños y golpes.

—Mija perdóname por favor.

—Te perdono, pero no sé si algún día logre olvidar.

—Está bien Mija, puedes venir a la casa, tus hermanas y tu hermano te extrañan.

—Ellos pueden venir cuando gusten claro si les das permiso.

Juana salió cabizbaja, cuando llego a su casa, Petra la esperaba.

—Creí que Eva iba a volver contigo.

—Se lo pedí, pero no quiere volver está muy resentida conmigo.

No te desanimes, vas a ver que pronto va a reflexionar, solo dale tiempo.

A los pocos días que Eva tuvo la plática con su padre, le dijo a Petra.

—Sabes abuelita, creo saber quién es mi padre de sangre.

—Ay hija ya no le des tantas vueltas al asunto, tu padre es Alejandro y solo él.

—No te da curiosidad de saber.

—Ay Mija, dime quién crees que es tu padre.

—Pues quién más puede ser, don Silvestre.

—Ay hija que cosas dices, porque piensas que qué ese viejo es tu padre.

Está más claro que el agua, mira abuela, cuando don Silvestre me encontró en su despachó, estaba a punto de descargar su látigo en mi humanidad, pero yo lo miré a la cara y en cuanto me vio, bajo la mano y me preguntó que, si Juana era mi madre y Agapito mi abuelo, cuando le dije que sí, desde ese momento me trato del mismo modo que trata a sus hijos, lo mismo hizo doña Celia, varias veces escuché decir a las mujeres del servicio, que yo me parecía a doña Eva la madre del patrón y...

—Ya no digas más.

—Entonces confirmas que don Silvestre es mi padre.

—Yo no dije eso, solo dos personas pueden decirte si estás en lo cierto o no, y esas dos personas son: Juana y el mismito Patrón allá tú si les quieres preguntar, pero en dado caso que te digan que sí ¿Qué vas hacer?

—Nada, nada abuela, es simple curiosidad.

—Entonces sí, es pura curiosidad, deja las cosas como están.

—Tienes razón abuela, es mejor así.

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora