Parte/41/La guerra de los cristeros

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La guerra de los cristeros.

El país había estado en calma desde que finalizo la revolución mexicana, sin embargo, hubo otro evento sangriento en el país. La guerra de los cristeros (1926-1929), fue un enfrentamiento armado que inundo de sangre a gran parte del territorio mexicano. En esta contienda lucharon los que se conocieron como cristeros contra la política de intolerancia religiosa promulgadas por el gobierno del señor presidente Plutarco Elías Calles, Durante ese periodo se enfrentaron creyentes y militares del gobierno. La guerra cristera tiño de rojo el suelo mexicano por tres largos años. La contienda comenzó cuando el señor presidente Plutarco Elías Calles, impuso leyes que limitaban la libertad de culto y con ello la libertad de expresión. Sin embargo, no solo los cristeros sufrieron las consecuencias de una guerra que marcaría su vida para siempre, sino también militares, y civiles ajenos a la lucha.

La guerra de los cristeros, comenzó cuando Plutarco Elías Calles modificó el Código Penal de la Constitución de 1917. Calles instauró lo que conocemos como "Ley Calles# el 21 de junio de 1926. En esta ley se buscaba reducir el número de sacerdotes. Restringir la realización de culto religioso y aminorar las libertades de los creyentes. Además, se buscaba prohibir las manifestaciones de fe fuera de los hogares y expropiar las propiedades y bienes de la iglesia. Sin embargo, con lo que no contaba el gobierno era con la fe y el valor de todos los católicos, protestantes y hasta no creyentes, que estaban dispuestos a levantarse en armas e incluso perder la vida, todo por conservar la libertad de ser y creer. Aunque, cabe mencionar, que los cristeros no solo fueron víctimas sino también victimarios, pues al enfrentarse contra los militares no tenían piedad alguna. Lamentablemente, quienes se encontraban "ajenos" al movimiento, también sufrieron las consecuencias de esta violenta guerra, pues sus hogares fueron saqueados, sus mujeres sufrieron abusos sexuales y otras tantas personas perdieron su vida. Fue así como, después de la aprobación de la Ley Calles, los cristeros, con el lema de ¡VIVA CRISTO REY" iniciaron una lucha encarnecida contra el gobierno! En esta guerra la piedad de ambos bandos resplandecía por su ausencia, pero también sobresalía el valor para seguir luchando.

(información sacada de internet)

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Cuando empezó la guerra cristera empezó una persecución de sacerdotes y religiosas, se cerraron los templos, iglesias y capillas, quedaron prohibidos todas las ceremonias religiosas, es por eso que los sacerdotes y religiosas se vieron obligados a huir del país al igual que muchas personas ajenas al movimiento. Las personas escondieron a los religiosos (a) que no pudieron o no quisieron huir, los sacerdotes no dejaron de cumplir con sus obligaciones, en varios hogares se oficiaban misas clandestinas, los curas iban a las casas a dar los santos oleos a los moribundos. aunque bien sabían que si los militares los descubrían corrían el riesgo de ser fusilados, tanto ellos como los habitantes de las casas que se arriesgaban a ocultarlos.

Rafaela hospedó en su casa a algunas religiosas vestidas de civil, también se oficiaron misas clandestinas, eso paso por espacio de un año, pero un buen día irrumpieron los militares en la casa, se llevaron a las monjas alguien los había delatado, afortunadamente Gervasio estaba en la hacienda y Rafaela y los niños no se encontraban en ese momento, cuando estaba a punto de llegar a su hogar una vecina le salió al pasó.

Rafita, Rafita, venga conmigo dese prisa.

―¿Pero que pasa doña Carmencita?

Ahorita le digo métanse a la casa.

Ya dentro de la casa la vecina le dijo.

―¡Ay Rafita, fíjese ora que usted estaba fueras, llegaron muchos soldados y se llevaron a las monjitas y se quedaron dos soldados en la casa yo creo pa esperar a que usted o el señor Gervasio llegarán pa también llevárselos presos!

―¡¡Ay dios santísimo, ¡¡quién pudo delatarnos!!

―Pos, cualquiera pudo ser con eso que dan dos pesos por cada cristiano que delatan.

―¡¡Y ahora que vamos hacer!!

―Pos, lo más sensato que se hace en estos casos, pelarse (huir) y esconderse y entre más pronto lo haga mejor y pos como comprenderá aquí no se pueden quedar yo...

―No se preocupe Carmencita, comprendo muy bien la situación, le agradezco mucho que me haya avisado, no sé qué hubiera pasado si usted no lo llega hacer, mire en este momento me voy con mis hijos y muchas gracias.

―Mire Rafita, no vaya a ser el diablo y ahora si la agarren y...

―Muchas gracias Carmencita tendré muy en cuenta su consejo.

―Llévese estos panes pa que les dé a los niños cuando les de hambre.

Rafaela salió de la casa de su vecina, fue directamente a la hacienda, evitó ir a la casa de su abuela y la de sus padres no fuera a ser el diablo que también hubiera soldados esperándola. Cuando llego a la hacienda los niños estaban exhaustos por la larga caminata, pidió hablar con su marido. Gervasio al ver a su mujer y a sus hijos se alarmó enormemente.

―Rafaela, ¿Qué pasó, porque están aquí?

Ella le contó lo sucedido, éste se alarmo enormemente y con justa razón, Rafaela ya no pudo más empezó a llorar en el hombro de su esposo.

―Yo tengo la culpa, yo tengo la culpa, pero que podía hacer después de todo las religiosas son como mi familia...

―Calma, calma, aquí no hay culpables. Solo cumplimos con nuestro deber, esperen aquí voy a hablar con don Santiago.

Gervasio se alejó por un largo pasillo, mientras tanto una empleada le aviso a doña Leonor de la llegada de Rafaela y los niños y fue a su encuentro.

―Rafaelita que gusto, pero ven pasemos a la sala y tú Marieta lleva a los niños a la cocina y darles algo de comer.

―La empleada se alejó con los niños y Rafaela no tuvo empachó en contarle a doña Leonor lo que estaba pasando.

―No te preocupes, ya verás como encontraremos una solución, Dios aprieta, pero no ahoga.

―Me preocupa lo que va a pasar con las hermanas, quizá en este momento ya hayan mancillado sus cuerpos o lo que es peor, ya estén muertas.

―Tranquila, dame sus nombres, veremos qué podemos hacer por ellas.

Don Erasmo le dijo a Gervasio.

―Es una situación grave, te aconsejo que se queden aquí en la hacienda.

―Gracias señor, le agradezco mucho su ofrecimiento, pero no podemos quedarnos ni aquí ni con ningún familiar, no quiero exponerlos.

―¿Entonces, a dónde piensas ir?

―No lo sé, primero voy a hablar con don Alejandro mi suegro a ver que me aconseja.

―Eso me parece bien, voy a mandar a un peón para que venga a la hacienda, tú no te puedes exponer a que te agarren.

Así se hizo, Alejandro llegó a la Hacienda y lo enteraron del problema, éste arremetió contra Rafaela.

―Yo sabía que irte a vivir con las monjas no iba a salir nada bueno, en qué cabeza cabe esconder a esa gente...

―Don Alejandro cálmese por favor, ahorita no es hora de reclamos, lo que urge es encontrar una solución.

―Si, si claro, usted dispense don Erasmo, lo único que se me ocurre es que se vayan para el Colorado, por allá no llegó la revuelta.

―Pero no traemos más ropa que la que traemos puesta.

Eso es lo de menos, yo me encargo de conseguir algo de ropa―, dijo doña Leonor.

Don Erasmo le dio una cantidad de dinero a su empleado y doña Leonor se encargó de recolectar algunas mudas de ropa de sus hijas y nietos, antes de salir del pueblo, el matrimonio se despidió de sus seres queridos tres días más tarde, salieron en el tren nocturno rumbo al norte del país y al igual que lo había hecho Alejandro varios años atrás, su hija y su familia, empezaron una nueva vida, pero no en el Colorado, si no en USA, cuando la guerra de los cristeros terminó, la familia ya no volvió a vivir al país solo venían cada año a visitar a sus respectivas familias. 

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora