Parte/32/Eva conoce a su enamorado

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A Eva la invadió la curiosidad de conocer al autor de las cartas, es por eso que se decidió a ir, Eva no se dejó ver, se escondió en un lugar estratégico donde ella podía ver la entrada del establo, cuidando de que en caso que su enamorado llegará no la viera, a esas alturas no le interesaba que fuera viejo y feo, solo quería verlo, debía tratarse de una persona con estudios ya que las cartas estaban escritas con una letra impecable, de pronto reaccionó.

―¡Pero que estoy haciendo, el autor de las cartas debe de ser una persona importante, alguien adinerado, a no ser que las cartas las escriba uno de esos escribientes que cobran por sus servicios a personas analfabetas, mejor me voy.

Estaba a punto de marcharse cuando una voz la detuvo.

―Espere señorita no se vaya por favor.

Eva giró la cabeza lentamente hacia el lugar de donde provenía la voz, su sorpresa fue mayúscula al ver a un elegante joven, se le hizo ligeramente conocido, pero al mismo tiempo tenía la certeza de no haberlo visto nunca.

―Veo que no se acuerda de mí, sin embargo, yo desde el momento que la vi, no he podido olvidarla.

―Creo que esta confundido, usted y yo nunca nos hemos visto.

―La ayudaré a recordar―. Recuerda el día que tuvo aquel pequeño accidente en este mismo lugar y yo la ayude a volver a su casa, ya que usted se lastimó el tobillo sentía mucho dolor y no podía caminar.

Eva se sintió muy apenada, al instante recordó la actitud de su madre y al momento se disculpó.

―Perdón señor, le ruego que disculpe la actitud de mi madre...

―Olvídese de eso, comprendo que ella estaba demasiado alterada, como para escuchar razones, y como usted no me recuerda permítame presentarme, mi nombre es Eduardo Azpeitia Zaragoza, recién egresado de la facultad de medicina.

―¡¡¿Es usted doctor!!?

―Si señorita, trabajo en el hospital de la Trinidad en la ciudad de Guadalajara.

―Su padre es el dueño de la Hacienda de Xuastla ¿Verdad?

―Si señorita, mi padre siempre ha tratado bien a los trabajadores, es por eso que no perdió la vida ni tuvo que exiliarse como muchos otros a manos de los revolucionarios. Pero no hablemos de eso.

Tiene razón, ahora dígame que asunto tiene que tratar conmigo.

―Voy a ir al meollo del asunto, quiero entablar una relación amorosa con usted.

Eva se quedó estupefacta no esperaba esa respuesta tan directa.

―¡Pero que dice! No eso no puede ser posible. Yo no sé nada de usted ni usted de mí.

―En eso se equivoca, yo sé todo de usted, sé que su familia vino a vivir al pueblo hace poco más de un año, actualmente vive en casa de su abuela y los últimos ocho meses estuvo laborando como asistente de su padre con el señor Mark Williams, que usted es la mujer más hermosa y si acepta ser mi esposa la voy hacer la mujer más feliz del mundo.

―Tal parece que usted sabe todo sobre mí, pero da la casualidad que yo no sé nada de usted.

―Pregunte todo lo que quiere saber de mí, que yo le contestaré con mucho gusto.

―No hay necesidad, de que le pregunte nada, creo que usted olvida algo muy importante. Usted y yo no pertenecemos a la misma posición social, sus padres van hacer los primero que se opongan a nuestra unión.

―Claro que no Eva, mi padre hizo su fortuna a base de trabajo, el no nació en cuna de oro, yo ya le hablé de usted y ni él ni mi madre se oponen, ellos solo quieren la felicidad de sus hijos, así es de que le vuelvo a preguntar ¿acepta ser mi novia?

―Ahora no le puedo responder si me da unos días para pensarlo.

―Está bien señorita, solo le pido que no sean demasiados días.

―Me tengo que ir, mi abuela debe estar preocupada por mi tardanza.

―Permítame acompañarla.

―No, no, por ahora prefiero ir sola.

―Comprendo, espero su respuesta.

Eva se alejó rápidamente del lugar aún no podía salir de la sorpresa, todo esperaba menos una declaración de amor frente a frente, recordaba muy bien el día que se accidentó, iba tan consternada que no se fijó en el rostro del joven, siempre mantuvo la mirada baja.

Los siguientes días anduvo pensativa, Petra le preguntó.

―Hija desde hace días te veo pensativa, preocupada ¿Qué te pasa?

―Abuela me promete que, si le digo lo que me pasa, no se va a alterar.

―Ay hija me asustas, dime lo que está pasando.

Eva le contó todo a Petra, esta le contesto.

―Ay hija fue lo primero que te recomendé, que no te fueras a encandilar con un riquillo, ¿ya no te acuerdas lo que paso con aquel fulano que trato de forzarte.

―Si abuela lo recuerdo, pero él no es como ese desgraciado.

―¿Y cómo sabes que dice la verdad? ―Mira hija en todo el tiempo que tengo uso de razón nunca he sabido que un rico se case con una muchacha pobre. Lo único que te puedo aconsejar es que te vayas con mucho tiento.

Las palabras de su abuela la desconcertaron más, en esos momentos deseo reunirse con doña Eva, ella la sabría aconsejar, pero desafortunadamente ella no estaba, tenía que confiar en su sexto sentido y éste le decía que confiará en Eduardo, por lo que ese mismo día le escribió una carta aceptando ser su novia, el joven por su trabajo solo podía venir cada quince días, en la primera oportunidad, Eva habló con su padre, le contó todo, éste la escuchó sin interrumpirla, cuando su hija termino su relato le preguntó.

¿Y ya lo conocías de antes?

Ella contestó afirmativamente.

―¿Y estás segura que no es el mismo sujeto que trato de burlarse de ti?

―Si padre, estoy segura.

―Siendo así, dile que lo quiero ver el próximo domingo a las cuatro de la tarde aquí en la casa de tu abuela.

―Pero, padre no se sí ese día pueda venir.

―Si en verdad te quiere el verá la forma de poder.

Fue todo lo que dijo sobre el asunto, Eva inmediatamente escribió la carta para comunicarle a Eduardo la decisión de su padre.

―No recibió contestación; los cuatro días que faltaban para el domingo, Eva los vivió llena incertidumbre, pero tenía razón su padre, si en verdad la quería como decía, Eduardo no faltaría a la cita y así fue, a las cuatro en punto llegó el joven con dos ramos de flores y dos cajas de chocolates una le entrego a Eva y la otra a Petra, después de las presentaciones, Alejandro e Eduardo salieron de la casa, quería hablar con el joven sin testigos. Alejandro escuchó atentamente a Eduardo, cuando este término le dijo.

―Discúlpeme joven que no confié en usted, hace tiempo un riquillo de allá de la hacienda de su padre, trató de violar a Eva y si no haya sido por la llegada tan oportuna de mi mujer, me la hubiera desgraciado, ella dice que está segura que usted no fue, pero bien pudo ser uno de sus hermanos o amigos que se yo.

―No, señor su hija le dijo la verdad yo no sería capaz de cometer una canallada como esa y, puedo poner las manos al fuego por mi hermano, si una cosa nos ha enseñado mi padre es a respetar a las mujeres, pero yo voy a averiguar quién de todos los que visitan la hacienda fue capaz de hacer semejante felonía y le juro que recibirá el castigo que se merece.

Cuando regresó Alejandro a la casa de Petra, le dijo a Eva.

―Tienes mi permiso para tratar a ese muchacho, pero se verán aquí en la casa en la presencia de tu abuela, si es que ella acepta.

Petra no tuvo ninguna objeción en servir de chaperón de su nieta, los jóvenes se veían un domingo sí y otro no, pero las cartas siguieron fluyendo entre los enamorados.

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora