De la estación me fui a la casa de mi compadre Hipólito a comunicarle mi decisión.
Pásele compadre, ¿Qué vientos lo trajeron al pueblo?
―Vengo de la estación, de despedir a doña Celia y a su hija, hoy se fueron a la ciudad.
―¿Y qué noticias le dio del patrón?
―Pues hay anda buscando la forma de volver a la hacienda.
―A que viejo tan necio, le encanta tentar a la muerte, pero en fin allá él ¿Y que me cuenta de usted?
―Pues nada, que ya me decidí a salirme de la hacienda ya no tengo nada que hacer, solo me quedé por esperar el regreso de Alfonsino y...
―No se atormente compadre, él ya está descansando en paz. ¿Y ya tiene trabajo?
―No, ni siquiera sé por dónde buscar ya ve como esta todo revuelto.
―Perdone la indiscreción compadre, ¿Usted sabe leer y escribir?
―Afortunadamente sí y muy bien.
―Siendo así, creo que le puedo ayudar, mire tengo un conocido es un gringo, que hasta hace dos días andaba buscando a alguien para trabajar con él, el único requisito es que sepa leer y escribir. No me pregunte a que se dedica, porque no lo sé, ay verá si se da una vueltita, quién quita y se arreglan, siempre y cuando no haya encontrado a alguien. A otra cosa, él no es de por aquí, él vive en pueblo de los Otates a dos horas de la ciudad, si le interesa, vamos a la estación del tren y le mandamos un telegrama para preguntarle, y si dice que todavía anda en busca de alguien ya se presenta usted, para que no eché su vuelta de en balde.
―Pues no se diga más compadre, si me hace ese favor, le voy a estar eternamente agradecido.
Así lo hicimos y antes de una semana mi compadre Hipólito recibió la respuesta del señor Marcos, diciendo que me recibiría lo más pronto que me fuera posible ya que le urgía. Esa misma tarde tomé el tren a la ciudad y al día siguiente a las nueve de la mañana ya Cuando llegué a su domicilio toqué la gran puerta de madera con un aldabón, una mujer de unos treinta años vestida con ropa sencilla pero muy limpia, sacó la cara por un postigo de la gran puerta, le pregunté por el señor.
Perdone señora ¿Aquí vive el señor Marcos?
―Si señor ¿Quién lo busca?
―Le di mi nombre.
―A sí, usted es la persona que está esperando, el señor ya me había advertido que en cualquier chico rato usted iba a venir.
Enseguida abrió la puerta, pásele señor.
La seguí por un largo pasillo techado sostenido por unas hermosas columnas separadas a cierta distancia una de la otra, había varias puertas de madera laqueadas, entramos a una de ellas la señora me dijo―, horita viene el señor ah se me olvidaba, miré si es que se queda a trabajar, acabándose el corredor queda los escusados―. Y se fue.
Lo poco que vi de la casa estaba impecable, pero no se podía decir lo mismo de la habitación en la que esperaba a mi futuro jefe, en la amplia habitación había un gran escritorio atestado de papeles, había libreros y sillones por toda la habitación, todo estaba cubierto de una gruesa capa de polvo unas pesadas cortinas cubrían dos ventanas que daban a la calle a poco llegó el hombre éste al ver mi desconcierto me dijo.
Perdón por el desastre, pero he dado órdenes a la servidumbre de no tocar nada de este lugar, no me quiero exponer a que por error me destruyan información. Permítame presentarme.
Me dijo su nombre lo mismo hice yo, me sorprendí mucho al conocerlo, yo esperaba ver a un hombre más viejo, en cambió el joven que estaba frente a mí, al parecer no pasaba de los treinta años.
El señor Mark o Marcos, era el clásico gringo, alto, güero, rubio, ojos azules, hablaba el español sin acento americano, después de las presentaciones, le entregué la carta de recomendación que me dio doña Celia.
―Viene muy bien recomendado, pero la persona que yo necesito es para hacer el trabajo, es muy diferente al que usted hacía y...
―Mire señor antes de que saque sus conclusiones, porque no me pone a prueba y así vemos si sirvo para el trabajo o no.
―Tiene usted razón, me imagino que el señor Hipólito le dijo que la persona que busco es primordial que sepa muy bien leer y escribir.
―Si señor me lo hizo saber, yo se leer y escribir tanto en español como en inglés.
Esas últimas palabras fueron mi pase para ocupar el puesto de secretario particular del señor Mark Williams, era periodista que escribía para un importante periódico americano, todo lo que estaba pasando en nuestro país, después de hacerme unas pruebas me dijo.
—Usted llena todas las expectativas de la persona que ando buscando para el empleo, yo tengo que salir de viaje, pero estaré de vuelta en un mes, si usted todavía está disponible el trabajo es suyo.
—No se preocupe, yo lo espero sirve que en ese tiempo que usted va a estar fuera, yo organizo todo para venir a vivir al pueblo.
Nos despedimos con un apretón de mano, mi sueldo era superior al que recibía por mi trabajo en la hacienda. Lo que más me agradó era que iba a vivir cerca de doña Celia y mi nieta me agradaba estar cerca de ellas, a Juana no le dije nada de la niña, ella no la iba a querer por el simple hecho de ser nieta del patrón. Antes de regresar a la hacienda busqué una casa en rentas afortunadamente encontré una que cumplía con las necesidades de la familia. Invité a Agapito a ir con nosotros, él acepto ya que no le quedaba nada que hacer en la hacienda. Así fue llegamos al pueblo de "Los Otates" a escasas dos horas de la ciudad, y, para no hacer el cuento largo, Agapito, y sus dos hijos, se ocuparon en una granja a media hora del pueblo, en un principio nos acomodamos todos en la casa que renté, pero poco tiempo después encontraron una casita cerca de la nuestra.
No cabe duda que lo que bien se aprende jamás se olvida, mucho me iba ayudar lo aprendido con el señor George, mi primer patrón.
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Alejandro
RandomLa novela cuenta la historia de Alejandro, ésta ha surgido y cobrado forma a partir de algunos relatos, escuchados de aquí y de allá, avivando la imaginación de la escritora; por azahares del destino, las memorias de Alejandro caen en las manos de V...