Aura.
―La señorita Aura está parada frente a Eva, ésta le pregunta.
¿Me acompañaría a tomar una taza de té o si usted prefiere café?
―El té está bien―la mujer puso la tetera en el fuego, enseguida dispuso las tazas, cuando estuvo listo, lo sirvió y se mantuvo parada enfrente de Eva ella le preguntó sin evasivas.
―Siéntese por favor, no me voy a andar con rodeos, se por mi esposo que mi suegra la contrato para venir a servir a esta casa, pero me gustaría saber más de usted, si no le molesta.
―Desde luego que no me molesta señora, usted está en todo su derecho de saber todo de las personas que están a su servicio. No conocí a mis padres, me supongo que están muertos al menos eso fue lo que me dijeron las religiosas que me criaron,
―Oh, discúlpeme, no quería ser indiscreta.
No tenga cuidado; cuando tuve la edad de comprender la madre superiora me dijo, que fui abandonada en la puerta del convento a unos días de nacida, quizá uno o dos, suponen que mi madre fue una mujer de recurso llegaron a esa conclusión por la ropa de buena calidad que vestía, llevaba un papel con unas cuantas líneas dónde les suplicaba que cuidaran de mí y lo único que les pedía era que me llamaran Aura, entre mis ropas encontraron una bolsa pequeña con varias monedas de oro. las monjas eran buenas, pero nada afectivas, mientras fui niña siempre soñaba que una mujer elegantemente vestida me abrazaba y me decía hijita he venido por ti, mi sueño nunca se hizo realidad, el convento además de albergar a las religiosas era internado y colegio, afortunadamente yo goce de todos los privilegios que las otras internas, salvo pasar los fines de semana y las vacaciones con mis padres y quizás hermanos creo que nunca superé el hecho que mi madre se deshiciera de mí.
―No se angustie yo creo que su madre la ama o la amó mucho, sabe que circunstancias la orillaron a obrar de esa manera, ella sabía que en el convento las monjas la iban a proteger.
Puede que sea así, en fin, las monjas se encargaron de prepararme para la vida, me enseñaron hacer desde las labores más humildes, hacer el aseo, lavar, planchar, cocinar, bordar; asistí a las clases de primera y segunda enseñanza, clase de música, primeros auxilios, además de inglés y francés. Cuando cumplí dieciocho años me dieron a elegir entre tomar los votos o trabajar. Yo opté por lo segundo. Ellas se encargaron de buscarme una colocación con una familia honorable y fue así como llegué con la familia del señor Eduardo, me contrataron como dama de compañía de la tía abuela del señor Eduardo, de parte de su madre. La señora me contó que cuando ella tenía treinta años conoció a su esposo en el teatro, él contaba con treinta y cinco, para ella este evento fue como un milagro ya que ella pensó que a su edad estaba condenada a ser una solterona más; a los cinco años de noviazgo se comprometieron, cuando faltaban dos días para su enlace matrimonial, el señor sufrió una embolia, el hombre quedó semiparalizado, ella tenía treinta y cinco años, el cuarenta y cinco, ella lo amaba tanto, que aún, en ese estado, contrajeron matrimonio, yo tenía dieciocho años cuando entre a su servició, ambas cuidamos de su esposo, un empleado se encargaba de levantarlo de la cama, lo bañaba, lo rasuraba, lo cargaba hasta el baño para que hiciera sus necesidades del cuerpo, lo sentaba en la silla de ruedas, nosotras nos encargábamos de alimentarlo, hacerle sus ejercicios, darle sus medicamentos, le leíamos y tocábamos el piano para él, por la noche el empleado lo acostaba en su cama, la señora dormía en otra cama al lado de la de él, para estar al pendiente de su marido. Gracias a los cuidados el señor sobrevivió diez años, finalmente murió de un infarto. La señora casi murió junto con él.
―¿Y usted nunca se casó?
―No, no, sin embargo, tuve un pretendiente, me sinceré con él, le conté lo que sabía de mi origen, él aparentemente aceptó, pero a los pocos días recibí una larga carta de él, en pocas palabras me decía que no podía continuar la relación, por el hecho de ignorar mis raíces, quizá mi madre estuviera recluida en un manicomio o mi padre fuera un asesino, ya no quise leer más, rompí la carta, tome la decisión de cerrarle las puertas al amor, ya no me quise exponer a otra desilusión, la señora Margarita trato de disuadirme, me dijo que no todos los hombres pensaban de la misma forma, pensé seriamente en las palabras escritas en esa carta, y le di la razón a él, yo no tenía derecho a traer hijos al mundo sin saber mis orígenes y fuera a heredar alguna enfermedad. La señora pasó tres años para recuperarse por la pérdida de su marido, pero un buen día, se quitó la ropa negra y me dijo.
―Aura, nos vamos a Europa.
―¡¡A Europa!!
Así como lo oyes, necesitamos un cambio de aires, aceptas acompañarme ¿sí o no?
―Claro que si señora Margarita.
―Desde este momento, quítame el mote de señora, desde este momento soy Margarita y tu Aura.
―Está bien se... perdón Margarita ¿Cuándo saldremos?
―Como estaba segura que ibas a aceptar, tomaremos el tren esta misma noche rumbo al puerto de Veracruz, para embarcarnos en el barco que sale en tres días ya reservé los pasajes, empaca tu baúl y no lleves mucho ya compraremos algo por allá.
Nuestro viaje duro tres años, visitamos varias ciudades, la señora se veía radiante, pero en varias ocasiones la escuché llorar con la fotografía de su fallecido esposo en sus manos, al poco tiempo que regresamos a México cayó gravemente enferma, duro en cama tres meses yo la cuidé como si de mi madre se tratara. Su última voluntad fue que todas sus pertenencias se repartieran entre los pobres, todos sus muebles junto con sus joyas fueron subastados, el dinero que se recabó fue repartido entre los más desprotegidos, a todos los empleados nos incluyó en su testamento. Yo iba a volver a vivir al convento mientras encontraba otra colocación. Pero no hubo necesidad de ir con las monjas ya que doña Herminia me contrato para venir a servir a casa de su hijo ya que en unos meses iba a contraer matrimonio y pues aquí estoy.
Entonces a usted le debemos que la casa hubiese quedado tan linda.
―No, no, señora, el señor Eduardo contrato a una persona que se hizo cargo de todo yo solo supervisaba el trabajo.
Pronto fue evidente que Eva estaba embarazada. El cariño que Aura sentía por Eva se transformó en amor, que solo una madre podría sentir por su única hija, mostró una dedicación por servirla, le hacía cocimientos para mitigar las náuseas matutinas, le llevaba el desayuno a la cama, la bañaba en agua perfumada de jazmín, la enjabonaba con jabones perfumados que ella misma hacía, le frotaba el cuerpo con una esponja, impregnada en agua de colonia, la empolvaba, le cepillaba el pelo hasta dejárselo brillante , sedoso y dócil como el de un recién nacido, tal como lo había hecho con el esposo de doña Margarita y posteriormente con ella.
Hubiera sido capaz de salir a altas horas de la madrugada a conseguir algo que a su señora se le antojaba, si esta se lo hubiese pedido. Eva siempre anheló, aunque fueran, algunas migajas del amor que le profesaba Aura de su madre, pronto se encariño con la mujer y en poco tiempo Aura ocupo el lugar de Juana en el corazón de Eva, juntas criaron a sus cuatro hijos, para ellos fue la abuela Aura.
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Alejandro
RandomLa novela cuenta la historia de Alejandro, ésta ha surgido y cobrado forma a partir de algunos relatos, escuchados de aquí y de allá, avivando la imaginación de la escritora; por azahares del destino, las memorias de Alejandro caen en las manos de V...