Parte/5
La suerte de Eva cambia.
Eva entró de la mano de su abuela Petra, a la casa grande, era la primera vez que la niña veía por dentro, después de la golpiza que recibió de manos de su madre, Petra optó por llevar con ella a su nieta a la casa grande, para evitar que su hija perdiera los estribos y arremetiera a golpes a la criatura por segunda vez, ésta accedió de buena gana con la condición de que la niña estuviera en su casa antes de que Alejandro llegará, Petra estaba destinada a la cocina junto con varias otras mujeres, sentó a la niña en una silla y le dijo que se quedara quietecita, los tres primeros días la niña obedeció a su abuela, como ya se dijo anteriormente la niña era muy inteligente, al caer en cuenta que su abuela se olvidaba completamente de ella, solo venía a la cocina a la hora de comer a tomar sus alimentos,
Y la niña que estaba habituada a estar ocupada todo el día, se sentía aprisionada en esa silla, así que, al cuarto día se aventuró a vagar por la gran casa, las sirvientas ocupadas en sus labores no repararon en ella y si lo hicieron no les importó, la niña sabía la hora en que su abuela le servía su plato de comida, siempre acudía un poco antes de la hora para que su abuela siempre la encontrará sentada en la silla en que ella la dejaba, es por eso, que no se daba cuenta de las escapadas de su nieta, los paseos por la casa la condujeron al estudio del patrón, se quedó extasiada al ver tantos libros, para ella fue como un gran regalo del cielo, empezó a pasear la vista por todos los estantes, su vista se detuvo en un estante que decía, cuentos y leyendas para niños, tomó uno leyó el título "La isla del tesoro"
Tomó asiento en el sillón de don Silvestre, puso el libro en el escritorio y se enfrasco en la lectura. El lector se preguntará cómo es posible que en un estudio de un hombre tan estricto hubiese libros para niños, pero hay que recordar que él tenía tres hijos que pasaban las vacaciones de verano en la hacienda y que su madre doña Celia, tenía por costumbre de leerles un cuento a la hora de dormir.
-o-
Don silvestre reconoce a su hija.
Eva dejo de vagar por la casona en cuanto su abuela le daba su desayuno, ésta lo comía rápidamente y se iba al estudio a leer, esto pasó por varios días hasta que una mañana entró inesperadamente el patrón, la alfombras acalló los pasos del hombre, es por eso que la criatura no lo vio ni lo escuchó hasta que ya era demasiado tarde, el amo del lugar se dirigió a ella con una voz atronadora mientras levantaba el látigo para descargarlo contra la indefensa criatura ¡¡QUIEN DIABLOS ERES Y QUIEN TE DIO PERMISO DE INVADIR ESTE LUGAR!! En esos momentos la niña levanto la cara y con los ojos desorbitados por el terror alcanzó a balbucear.
Soy Eva, perdón señor patrón, ya me voy.
Cuando la niña se disponía a irse el patrón la detuvo.
―¡¡ESPERA!! ―Eva permaneció sentada mientras el patrón la observaba detenidamente, al ver los ojos de la niña, algo se removió dentro de él, después de algunos segundos le pregunto a la niña en un tono más amable.
―¿Cómo se llama tu madre?
―Mi mamá se llama Juana.
―¿Agapito es tu abuelo?
―Si señor patrón, así se llama mi abuelo.
―¿Cuántos años tienes?
―Tengo ocho años señor patrón.
Don silvestre constato lo que los ojos de la niña le dijeron, de los muchos bastados engendrados por él, la hija o hijo de Juana era el único que reconocía como hijo de su propia sangre, porque era la única virgen de todas las mujeres que había poseído, aunque nunca iba a reconocer a su hija ante la ley, si iba hacer algo para mejorar la vida de la criatura.
ESTÁS LEYENDO
Alejandro
DiversosLa novela cuenta la historia de Alejandro, ésta ha surgido y cobrado forma a partir de algunos relatos, escuchados de aquí y de allá, avivando la imaginación de la escritora; por azahares del destino, las memorias de Alejandro caen en las manos de V...