Parte/16/Los hijos de Alejandro

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Alejandro esta cómodamente sentado en una silla leyendo un periódico, sus hijos están sentados en el suelo jugando, el deja de leer y observa a los niños, pensando cuál sería el destino de esos niños, él no es adivino para saberlo, de lo que sí, está seguro que él velaría por ellos mientras la vida se lo permitiera.

Alfonsino no es un muchacho de aspecto vulgar, tiene los cabellos negros como el azabache como los de su madre, las mejillas coloradas y sus ojos negros y vivos son buenas cualidades. Tiene facciones más regulares que sus hermanos, es extraordinariamente tranquilo, su sonrisa es taimada, pese a su calma puede decir las cosas más irónicas y mordaces  en el tono más sereno, una frente ceñuda delata su temperamento y que recuerda que no siempre las aguas más calmadas son las más seguras, por sus venas corre el orgullo autóctono heredado de su madre. cuando tenía un año de edad, nació la última hija del patrón la bautizaron con el nombre de Estrella, cuando la familia venía a la hacienda la niña y Alfonsino eran inseparables con la anuencia de su madre doña Celia, ella no se preocupaba, estaba segura que cuando los niños crecieran se alejarían uno del otro.

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Bruno.

No es un muchacho atractivo, tiene las facciones más parecidas su madre de toda la familia, es vulgar, está envuelto en una cáscara seca, sus modales son toscos, siempre dice que cuando sea grande se irá a la ciudad, pese a eso es inteligente, nutre su mente de conocimiento, esta carente de refinamiento, consideración y docilidad, pero es sano y enérgico, el no se conforma con lo que le enseñan en la escuela, si no que le pide a Eva, que le de clases, es por eso que es el más aventajado de su clase.

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Rafaela:

Raras veces se arrima a su madre, salvo por obligación, Rafaela es la mayor de las dos hermanas; de los cuatro hermanos, físicamente es la que se parece más a su padre, su rostro es bonito, simple, de rasgos infantiles y mejillas llenas y sonrosadas, en cuanto a sus ojos son de color café no son nada infantiles, sino solemnes un alma joven, pero que madurará al paso del tiempo, cumple con sus deberes monótonos y sombríos, Rafaela tiene un entendimiento ya desarrollado y sembrado con el germen de ideas que su madre jamás ha tenido, lo que para Juana es una agonía, ella prefiere unas hijas ignorantes a ella solo le importa que aprendan las labores del hogar desde su más tierna edad, es por eso, que pisotea las ideas de su hija y la reprime, pero en un tiempo después ella se revelara contra ella, es por ese motivo la niña quiere más a su padre, éste no la trata con mano dura, es bueno con ella y la anima a no cambiar su modo de ser, el padre se muestra cariñoso con ella.

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Martina:

Es una niña dulce, dócil, obediente e ingenua, no es nada agraciada, cuenta con un carácter agradable, sonríe todo el tiempo, esas cualidades compensan su falta de atractivo. Martina, al momento que ve a su padre, corre a su encuentro y se sienta en sus rodillas. Martina creció bajo la protección de su hermana Rafaela. Ésta última nunca tuvo novio, al contrario de Martina que contrajo matrimonio a muy temprana edad, amó y fue amada, fue madre de dos hijos su vida se vio truncada antes de los treinta años, Rafaela fungió como una segunda madre de los hijos de su querida hermana Martina.

Juana es estricta y exigente con sus hijas, según las costumbres de esos años, la madre enseña a sus hijas las labores del hogar desde muy pequeñas, así como el padre es el responsable de enseñar a los hijos varones

Los hijos de Alejandro pasaron su infancia sin grandes sobresaltos, éste se cercioró de que los varones siguieran estudiando, aunque para eso tenían que caminar varios kilómetros hasta el poblado más cercano, ya que, en la hacienda, solo le enseñaban a medio leer y escribir, el profesor de Alfonsino le enseño a tocar la guitarra, Alejandro le compró una, así que el muchacho pasaba todo su tiempo libre rasgando su guitarra tenía talento para eso, ya que la tocaba muy bien.

AlejandroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora