Cara sonriente

347 10 0
                                    

En el espacio todo estaba aún más oscuro que antes, la ausencia de Jeroham se notaba, no se escuchaba la alegre charla entre él y Gilito, el silencio de Yumiko hacia el ambiente aún más incómodo de lo que ya era. El tiempo se hacía largo, a medida que pasaba, las posibilidades de encontrar a Jeroham con vida se hacían más escasas, Yumiko se había quedado dormida de tanto derramar lágrimas.

Gilito y yo hacíamos turnos para permanecer lo más atento posible a lo que se podía ver, era difícil saber cuánto llevábamos buscando, tal vez no llevábamos ni tres horas o tal vez llevábamos diez. A veces llegaban falsas alarmas de las otras naves que hacían despertar de un sobresalto a Yumiko.

Poco a poco las otras naves fueron abandonando la misión de búsqueda, hasta que nos quedamos solo. No sabíamos que más hacer  pero ya cansados habíamos desistido, la única que luchaba por encontrarlo era Yumiko, que con lágrimas en los ojos golpeaba el espejo de la nave, agarrándola de las manos la eche hacia atrás tratando de consolarla.

—No podemos hacer nada, el seguro que prefiere esto a que estemos muertos los tres— dije mientras la retenía.

—Vamos, ya hemos perdido mucho tiempo— dijo Gilito poniendo rumbo a Villa Crepúsculo.

La nave amenizó y nos dirigimos hacia la estación de tren, la verdad es que todo lo que veía era increíble y créeme, si no fuera por lo que había pasado estaría flipando allí mismo, pero la cabeza no estaba como para celebrar algo. Me recorrí todo el camino con la cabeza gacha, no me atrevía a mirar a Gilito y mucho menos a Yumiko, si hubiese sido yo el que muriese la situación no estaría tan complicada.

Subimos al tren, eran dos horas de trayecto. Desde la ventana se podía observar multitud de lugares increíbles, que a más de uno le gustaría visitar, de fondo un cielo color carmesí que hacia dar un toque melancólico al paisaje, casi sin darme cuenta estaba a punto de llorar, intentando olvidarme sacudí mi cabeza y me senté en el tren escuchando lo que me rodeaba.

—¿Este es el lugar donde nació Roxas no?— pregunte a Gilito.

—Si, Villa Crepúsculo, se podría decir que es el mundo que pario a Roxas aunque realmente más que parir fue creado.

—Si, se supone que nació cuando Sora le dio su corazón a Kairi ¿no?.

—Se podría decir que si.

—¿Y desde entonces que ha sido de ellos?.

—Al ser destruida la Organización XII siguieron viviendo una vida normal, defendiendo mundos y ayudando a la gente— dijo en un tono desanimado.

—Y que ha sido de ellos.

—Nadie lo sabe bien, solo se sabe que un día se recibió una señal de ayuda y cuando fueron a responder desaparecieron.

—¿Tal vez tengan algo que ver las personas que me intentaron raptar en la isla?.

—Es lo más probable, desde que desaparecieron los héroes han empezado a suceder cosas extrañas en otros sitios y nadie sabe la causa, solo se sabe qué un grupo de personas han estado buscando algo.

—Que será...— dije en voz baja.

La conversación cesó ahí, Gilito se había puesto tenso mirando la puerta que se abría dejando ver a un hombre de cuerpo delgado, estaba cubierto con una gorra y llevaba una túnica marrón y un pantalón vaquero con mocasines color negro, de ella se dejaban ver dos cables blancos que conducían a sus oídos, se sentó en el lado contrario del tren y agachó su cabeza ocultando su cara con la gorra.

—¿Qué sucede Gilito?— le pregunte sin apartar la mirada de aquel hombre.

—Prepárate, aquí no va a pasar nada bueno, despierta a Yumiko— susurro en voz baja.

Yo no entendía lo que pasaba, pero le hice caso y desperté a Yumiko con un leve codazo, ella al despertar intento quejarse, pero se dio cuenta de que no era buen momento para llamar la atención y se mantuvo en silencio. Gilito nos hizo una seña para que estuviéramos atento a lo que podía pasar.

Estuvimos lo que quedaba de viaje en tensión, desde que entro el hombre y se colocó en su asiento, no movió ni un solo musculo hasta llegar a la última parada, nosotros mirábamos discretamente hacia él y nos manteníamos atentos esperando a que dejara el vagón del tren.

Un suspiro salió del pico de Gilito.

—¿Quién era ese hombre?— preguntó Yumiko un poco asustada.

—No lo sé.— contesto Gilito dándole poca importancia.

—¿Entonces para qué tanta tensión?— contesto Yumiko un poco indignada.

—En todas las veces que he venido aquí, nunca había visto a alguien subirse en esa parada— contesto el con una pequeña sonrisa.

—Ahora que lo dices, la verdad es que el sitio donde estaba la parada era un poco extraño— dije levantándome del asiento.

Habíamos llegado a la Estación del Atardecer, era un precioso lugar que bañado por el atardecer del sol daba una sensación muy acogedora y reconfortante, pequeñas casas hechas de ladrillo color marrón, hacía que al ser reflejadas por el sol un espectáculo asombroso te invitaba a olvidar todas los problemas que existían en aquel momento.

—¿Vamos?— pregunto el Gilito

Al parecer me había quedado anonadado mirando aquel lugar.

—Si claro....— sacudiendo mi cabeza volví a andar.

—¿A dónde vamos?— pregunte aun un poco desanimado.

—Tenemos que ir al salón de navegación, alguien nos hizo llamar— contesto Gilito.

Sin decir más nada seguimos caminando, Yumiko llevaba todo el camino callada, no había dicho ninguna palabra desde lo del tren.

Al rato llegamos a un edificio de dos plantas con una escalera por el lateral, Siguiendo a Gilito nos adentramos en el edificio y nos mandaron a sentar en un pequeño recibidor con una mesa cuadrada de cristal en el centro y  un florero sobre la mesa.

De la puerta salió un hombre con un traje negro que mando a llamar a Gilito, después de un breve tiempo de silencio el mismo hombre nos invitó a pasar, al entrar me di cuenta que allí había alguien más que el Tío Gilito y el hombre de negro, una persona más estaba sentada allí y me miraba con cara sonriente.

Reinado de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora