Elastic Heart ©JJK

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Finjo sollozar cuando un rayo de sol maldito choca contra mis ojos perfectamente dormidos. Me muevo hacia un lado girando como si me hubieran disparado directamente.

— Jungkook... —sigo sollozando— ¡Jungkook! —elevo la voz.

— Qué —escucho sus pasos por la habitación.

— El sol... —me quejo estirando mi brazo hacia la ventana— Ciérrala, me duele... —sigo fingiendo llorar— Me quema, me lástima...

— Eres tan dramática... —cierra la cortina.

Mi brazo cae de nuevo al colchón mientras volvía a intentar dormir. Esta cama olía demasiado bien al perfume de Jungkook, podría quedarme horas aquí.

— Ha funcionado... —murmuro— ¿Si sigo llorando me traes el desayuno a la cama? —sigo hablando con pesadez.

— No soy tu doncella —río sin abrir mis ojos.

— Me gustaría verte con un uniforme de sirvienta del hogar...

— Hoy te has despertado graciosa, ¿eh? —vuelvo a reír escuchando como movía cosas cerca.

Abro uno de mis ojos notando mi vista borrosa. Visualizo a Jungkook junto a la puerta de su vestidor. Solo llevaba un pantalón puesto y colocaba su camisa. Ahora sí que podía verificar que me gustaban demasiado los tatuajes, sobretodo los suyos. Ya me notaba fantaseando con su torso. ¿Cómo se sentiría tocar esos abdominales? Quizás eran blanditos, o tal vez estaban demasiado duros.

Eleva su rostro hacia mí obligándome a hacerme la dormida a toda velocidad. Escucho como ríe por haberme pillado.

Entierro mi rostro en la almohada. Ya estaba hirviendo de nuevo. No podía vivir así, aceptar que sentía algo por Jungkook había sido como abrir una puerta en forma de explosión. Todo lo que hacía me provocaba algo extraño.

Y debía admitir que después de todo me daba miedo.

— Ayúdame con la corbata y deja de pretender que duermes —giro mi rostro para mirarle.

— Todo es por culpa del sol —me incorporo para levantarme de la cama. Agarro la corbata que me tendía y la dejo en su cuello— ¿Cuándo vas a aprender a atarte la corbata?

— No tengo intención de aprender eso —le doy una mirada molesta mientras hacía el nudo— Así siempre tendrás que ayudarme.

— Sí... ¿Qué harás el día que yo no esté? —la ajusto.

— Bueno —me mira— Te buscaré por el mundo entero para que lo hagas —suelto su corbata ya atada— Gracias.

Aún estaba muy dormida por lo que no pude reaccionar a tiempo cuando se acercó rápidamente y dejó sus labios en los míos de forma superficial. Se gira tocando la corbata para ir hacia el espejo.

Me dejo caer hacia atrás en la cama derrotada. Mi corazón iba muy rápido y mi cuerpo ardía más que nunca. Ruedo sobre la cama escondiéndome bajo las sábanas.

Acababa de robarme un beso a traición, se había aprovechado de mi debilidad.

Sino me escondía podría darse cuenta de lo nerviosa que me ponía un gesto como ese. Solo hacía confundirme más y más, no sabía que estaba pasando.

— Me voy —destapo mi rostro para mirarle.

— ¿A dónde?

Ya se había colocado un chaleco del mismo gris que sus pantalones y su corbata. Su camisa negra la daba un aspecto demasiado atractivo. Mi nariz iba a sangrar viéndole así.

— Voy con mis amigos a las apuestas.

— ¿Tienes una parte ilegal? —asiente colocando su gabardina.