El Trauco

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En el oscuro bosque encantado,
donde el Trauco acecha sin cuidado,
una mujer se adentró temerosa,
ajena a la trampa siniestra y dolorosa.

Caminaba sola, llena de temor,
susurros en el viento, una sensación de pavor,
sus ojos se abrieron, su corazón se aceleró,
la presencia del Trauco ya se había desatado.

El Trauco, criatura maligna y astuta,
con su aspecto grotesco y su mirada bruta,
la observaba oculto entre la espesura,
acechando a su presa, con su malicia pura.

El bosque susurraba palabras macabras,
la mujer temblaba, sin fuerzas, sin palabras,
cada paso la adentraba en el abismo,
y el Trauco esperaba, ansioso, su victimismo.

La noche se espesaba, la luna oculta,
la mujer sentía su suerte ya resuelta,
cada rama quebrada, cada sombra agitada,
eran señales claras de su destino marcada.

El Trauco salió de su escondite sombrío,
un ser grotesco y tenebroso, era su desafío,
con sus ojos brillantes y su risa malvada,
atrapó a la mujer, dejándola congelada.

La víctima luchó, intentando huir,
pero el Trauco la tenía bajo su influir,
sus garras afiladas la apresaban sin piedad,
y la mujer se dio cuenta de su fatalidad.

El Trauco se deleitaba con su desdicha,
jugaba con su presa, sin darle tregua ni dicha,
la mujer gritaba, su voz desgarradora,
pero nadie en el bosque oía su angustia aflora.

En la oscuridad, el bosque se cerró,
la mujer desapareció, nunca más se encontró,
el Trauco se regocijó en su triunfo macabro,
y el bosque quedó en silencio, sin rastro ni algarrobo.

Así termina la historia del Trauco feroz,
quien atrapa a los inocentes con su voz,
un cuento de terror, una advertencia siniestra,
para aquellos que se aventuran en la oscura maleza.

Chiloe, Mitología Del Miedo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora