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—¿Entonces, Helios te ha dejado sin tus dones? —preguntó Eva con frialdad, afilando meticulosamente una navaja

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—¿Entonces, Helios te ha dejado sin tus dones? —preguntó Eva con frialdad, afilando meticulosamente una navaja.

—Más o menos. Odessa los retuvo, y Helios le pidió a Hela que los guardara en ese estado. Necesito encontrar una forma de recuperarlos, Eva. No puedo hacer nada así. Me siento completamente impotente, ¿lo ves? —respondió Teodora, frustrada mientras intentaba usar su don sin éxito.

—¿Y pensabas enfrentarte a los desafíos de las arenas doradas en ese estado? Estás completamente loca, te destrozarían en un abrir y cerrar de ojos.

—Voy a estar bien, soy una diosa. ¿Qué podrían hacerme?

—Corrección: eres una semidiosa, y por eso, no tienes la misma fuerza. La magia de Odessa fue más poderosa de lo que imaginabas y logró mantenerte en este estado. Ahora, te pareces más a una humana común y corriente.

—Ese no es el tema en estos momentos —evadió Teodora, sin querer adentrarse en esos mares aún—. Ahora, el asunto es recuperar mis dones y evitar mi boda con Demeter. Debe haber alguna solución para hacer la alianza sin tener que casarme, ¿no crees?

—La situación es complicada. Recuperar tus dones de Hela no será fácil; ella es una diosa poderosa y convencerla será un desafío. Además, el reglamento solo permite alianzas a través de matrimonios. ¿Cómo planeas evitar casarte y aún así lograr tus objetivos? Estás en un callejón sin salida.

Teodora resopló, sintiendo la tensión en el ambiente. Su hermana tenía razón, eso era innegable, pero a la vez, había algo dentro de ella que la empujaba a seguir adelante, a explorar lo desconocido. Era un sentimiento que conocía bien, el mismo que la había llevado a cometer errores y locuras en el pasado.

—¡Los templos! —mencionó emocionada Teodora, al darse cuenta de que aquella podría ser su oportunidad para resolver la situación—. ¿Cómo no lo había pensado antes?

—¿Los templos? ¿Eso qué? —cuestionó Eva, apartando su atención de la navaja y mostrando una expresión confusa en su rostro.

Teodora observó a su hermana, quien estaba sentada en una piedra en el patio del castillo, mientras se apoyaba en la pared, cruzada de brazos. Ambas buscaban privacidad para tener una conversación importante. El sol se desvanecía en el horizonte, y una brisa fresca soplaba en el aire, creando un ambiente tranquilo y apacible.

—Dijiste que el reglamento dicta que solo pueden haber alianzas matrimoniales. En los templos son fieles seguidores del primer dios, ¿y si los sacerdotes sagrados tienen información que desconocemos? O mejor aún, ¿si conectamos con el primer dios?

—Permíteme entender bien, ¿tu plan es ir a los templos para buscar información y conectarte con el primer dios, todo con el propósito de evitar casarte?

Teodora asintió.

—¿Has perdido la razón? Esos lugares son sagrados y privados, y el primer dios no se conecta con cualquiera. La posibilidad es de una en un millón. Perderás tu tiempo allí —dijo Eva, 

Los Siete Sacrificios [EN CORRECCIONES ✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora