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En las primeras horas del día, cuando el sol apenas comenzaba a despuntar en el horizonte y la negrura de la noche daba paso a los primeros destellos de luz, un estruendo enérgico resonaba en la puerta del dormitorio de Teodora

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En las primeras horas del día, cuando el sol apenas comenzaba a despuntar en el horizonte y la negrura de la noche daba paso a los primeros destellos de luz, un estruendo enérgico resonaba en la puerta del dormitorio de Teodora. Sin embargo, la princesa, sumida en un sueño profundo y revitalizante, permanecía completamente inmune a los resonantes golpes que sacudían su habitación.

Después de varios minutos de llamados insistentes y golpes en la puerta, ingresó una Olivia juzgadora seguida de una Eva irritada y la doncella de Teodora, avanzando en fila.

Olivia abrió las cortinas con destreza mientras Eva intentaba despertar a Teodora con suaves golpes de almohada, y Karen se apresuró a preparar un baño con agua tibia.

—Si no te despiertas... —advirtió Eva, aunque sus palabras parecieron caer en oídos sordos.

Frustrada, Eva entró al aposento del baño y, al descubrir una pequeña copa en el suelo, tomó agua tibia para arrojarla sobre los pies descubiertos de Teodora. La heredera, sorprendida y atemorizada, se incorporó rápidamente.

—¡Por todos los dioses! —exclamó Teodora al apartar la cobija y descubrir a tres intrusas en su dormitorio.

—¡¿Qué hacen aquí?! —volvió a gritar la heredera.

Olivia se cruzó de brazos y la observó con desaprobación.

—¿En serio preguntas? —farfulló Olivia—. ¿Eres irresponsable o simplemente distraída?

Teodora la fulminó, todavía somnolienta para enfrentar su acusación.

—¿No leíste la invitación? —preguntó Eva.

La heredera se llevó la mano a la frente, intentando recordar si había leído una invitación, pero lo que venía a su mente era la odiosa Diosa del Inframundo y su detestable actitud arrogante.

—Me temo que no... —respondió Teodora, entrecerrando los ojos con nervios.

—¡Dios mío, mujer! ¿En qué mundo vives? —chilló Olivia, pateando el suelo con estrés.

—¡No sé de qué invitación hablan! ¿Cómo voy a saberlo? —bramó Teodora, extendiendo los brazos.

Su hermana Eva, sin pronunciar una sola palabra, se apartó a un lado y señaló un sobre que estaba a escasos centímetros de la puerta sin abrir. Teodora quedó atónita y abrió la boca con sorpresa, ya que ella no había visto ese sobre la noche anterior.

—Eso no estaba allí —dijo Teodora.

—¿Ah, no? —contradijo Eva—. Karen, ¿cuándo entregaste esa invitación?

Con nerviosismo y timidez evidentes, Karen dio un pequeño paso hacia las princesas y alzó su dedo índice.

—En el atardecer, cuando estaba a punto de oscurecer, exactamente a la misma hora en que se entregaron todas las invitaciones —explicó Karen, con un tic nervioso.

Los Siete Sacrificios [EN CORRECCIONES ✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora