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—Hoy me desperté reluciente y feliz, como el sol que entra por mi ventana

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—Hoy me desperté reluciente y feliz, como el sol que entra por mi ventana. Siento que es un día especial, uno mágico, porque hoy volveré a ver a Lilith. Aunque ella suele advertirme que es peligroso que nos veamos, no me importa, porque la amo —leyó en voz alta Teodora las confesiones grabadas en el diario.

—¿La reina Isabella estuvo enamorada de una mujer? —se preguntó Teodora, mirando al vacío—. ¿Cómo es posible eso y quién es Lilith?

Los pájaros posados en su ventana la observaron curiosos, como si pudieran intuir la inquietud en su tono. Sin embargo, aunque parecían testigos silenciosos de su desasosiego, no podían responder a su duda.

—Mis manos duelen, mi cuerpo aún procesa lo que sucedió y mis latidos están a punto de estallar en mi pecho. ¿Cómo me libero de esto? La amo tanto, pero Lilith es tan cruel. Aún puedo recordar la sangre que bañó mis manos cuando le arranqué el corazón a ese pobre hombre, víctima del enojo de Lilith —leyó otra página.

Teodora se tomó un momento para asimilar lo que acababa de leer en el diario. Las palabras escritas reflejaban una mezcla de amor y tormento, llevando consigo un oscuro secreto que había quedado plasmado en aquellas páginas.

Intrigada y preocupada por lo que había descubierto, Teodora continuó leyendo, tratando de entender la historia detrás de esa confesión impactante. Las emociones se agolpaban en su interior mientras se sumergía en los pensamientos y sentimientos de Isabella Montclair.

Poco a poco, las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar, y Teodora empezó a entrever la complejidad de la relación entre la reina Isabella y Lilith. Sin embargo, aún había muchos cabos sueltos y preguntas sin respuesta. Sabía que debía seguir indagando en aquel pasado enigmático para desvelar toda la verdad.

Se plasmaron en su entendimiento las confesiones más trascendentales y sobresalientes que podría emplear en un porvenir incierto.

Teodora se sintió sobrecogida por las revelaciones que había hallado en el pergamino. Las palabras garabateadas allí tenían un poder inmenso y sabía que podrían ser de gran utilidad en algún momento.

Decidió tomar nota de las confesiones más significativas, registrándolas en su códice con cuidado y precisión. Quería asegurarse de no olvidar ningún detalle relevante. Cada vocablo inscrito en el pergamino de la reina Isabella tenía un valor incalculable, y Teodora estaba resuelta a conservarlos en su memoria.

Resopló, de cierta manera fascinada con lo que leía. En ninguno de sus suposiciones esperó verdades tan crueles y llenas de intensidad.

A pesar de que deseaba continuar averiguando, estaba en un dilema interno, pues anhelaba seguir investigando las intrigantes revelaciones del diario, pero no podía desviarse de su misión primordial: vigilar a los sospechosos.

Con resolución, se concentró en su cometido. Sabía que no podía permitirse perderse del todo en los secretos del pasado mientras había asuntos actuales que requerían su atención.

Los Siete Sacrificios [EN CORRECCIONES ✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora