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Después de aquel beso, Teodora no pudo dormir esa noche

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Después de aquel beso, Teodora no pudo dormir esa noche. Pasó todo el tiempo tocándose los labios y reviviendo ese momento utilizando su don, como si fuera su recuerdo más preciado.

—Solo una vez más —murmuró para sí misma, al llamar a su don y buscar ansiosamente el recuerdo.

Sin embargo, algo inusual sucedió mientras buscaba ese recuerdo en particular. Se topó con uno que la desconcertó por completo: era un recuerdo en el que Hela la había acorralado con una extraña niebla, recordándole a Shaymar de las Batallas Doradas, quien también había utilizado una niebla similar en el pasado.

Entonces, como si se tratara de un enigma encajando sus piezas, todo cobró sentido. Fue como el tañido de una campana que la sacó del trance del beso y le otorgó claridad.

La verdad resultó tan evidente.

Shaymar y Hela provenían de New Moon.

Manipulaban idéntica neblina.

Shaymar y Hela eran dos caras de la misma moneda.

La magia del beso se desvaneció ante la intriga y la curiosidad, como una pregunta incesante que no podía ser ignorada. ¿Por qué Hela se aventuraría en las arenas doradas? Ella debía descubrirlo.

No obstante, antes que nada, tendría que concebir un plan, un primer paso, ya que sabía que no podía permitirse tomar decisiones impulsivas.

—Veamos, Hela, ¿qué estarás escondiendo?

—No estoy ocultando nada, princesa —respondió una voz que emergió de las sombras.

Teodora sintió cómo su corazón ascendía por su garganta, agitado por el miedo. Con cautela, abandonó la cama y comenzó a explorar la habitación a oscuras.

En su armario, sus ojos se encontraron con una mirada tan profunda como la noche, acompañada por una sonrisa que se desplegaba lentamente, como si saboreara el temor que inspiraba en ella.

—¿Diosa Hela? —inquirió Teodora.

—La misma —salió de las sombras—. Ahora explícame, princesa, ¿cómo es que pasaste de revivir nuestro beso a sospechar de mí?

—No tienes derecho a cuestionarme de esa manera —dijo Teodora con inseguridad—. Te pedí que te fueras hace horas, y ahora resulta que has estado escondida en mi armario. ¿Qué tipo de respeto es ese hacia mí?

Hela se acercó con una gracia felina. Su sonrisa persistiendo, enigmática.

—Es que, como te digo, me preocupaba que no quedaras bien después de tanto vino y estando sola —se excusó Hela con sarcasmo, enroscando un mechón de cabello de Teodora en su dedo.

La respuesta de Hela hizo que Teodora frunciera el ceño, confundida y cautivada por igual.

—¿Preocupada por mi bienestar, en medio de la noche y de esta manera? —preguntó Teodora, su tono mezclando escepticismo con curiosidad.

Los Siete Sacrificios [EN CORRECCIONES ✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora