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Tras la inquietante conversación con el prisionero, Teodora y Eva decidieron descansar y tomar una decisión al día siguiente

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Tras la inquietante conversación con el prisionero, Teodora y Eva decidieron descansar y tomar una decisión al día siguiente. Sin embargo, Teodora, fiel a su naturaleza, desestimó las decisiones conjuntas.

Por ende, sin perder tiempo, se arregló rápidamente y marchó con pasos decididos hacia el dormitorio del rey.

—¡Padre! —exclamó Teodora, abriendo las puertas de un empujón—. Debemos hablar sobre la diosa Hela y su hermano.

Helios, sentado en su escritorio con una carta en mano, desvió su atención del papel y se centró en ella, sorprendido.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Helios, intrigado.

—¿Cómo lo sé, dices? ¿Y tú, qué sabes? ¿Padre?

Helios permaneció pensativo por un momento, antes de que un destello de curiosidad cruzara su mirada. Con dos dedos, deslizó la carta sobre el escritorio hacia Teodora.

—Léelo. Es una carta de New Moon, acaba de llegar.

Ella lo sabía, conocía cada palabra que leería en esa carta porque el prisionero le había revelado todo, y eso la consumía de rabia. La serenidad de su padre la perturbaba; la complicidad en su mirada la enfurecía. Pero, por encima de todo, lo que más detestaba era a la mismísima diosa Hela.

Su subconsciente la aconsejó que corriera. En cambio, agarro la hoja y la leyó

Querido rey Helios:

La guerra ha durado muchos años y lo mejor para nuestros ciudadanos sería detenerla. Se ha sufrido mucho. Es por ello, que New Moon ofrece una tregua: un matrimonio. La mano de su heredera; próxima reina y la mano de mi hermano; próximo rey. Si usted acepta, no se preocupe por responder. Estaremos en su reino dentro de tres días. Si es que usted se niega, entonces envié una respuesta. Me muero por ver sus razones de negación.

Con amor,
La Diosa Hela.

Un sentimiento de humillación invadió a Teodora, similar al de un peón en un juego de poder, un premio, un trofeo.

No obstante, ella siempre conoció la tradición y era obvio que, en algún momento de su vida, sería vendida como un trofeo barato. Pero se negaba a aceptarlo.

En Avalon, las treguas a través de matrimonios no existían. En su mundo natal, no había guerras, solo dioses y reinos cumpliendo con sus deberes y ayudando a sus seguidores. Allí, la historia era diferente, y ella lo sabía desde que se mudó.

Le aterraba la idea de pasar el resto de su vida con un hombre desconocido. Y peor aún, con el hermano de la diosa Hela. ¿Sería tan cruel como su hermana? ¿Y por qué ahora?

—¿Qué vamos a hacer? No podemos permitir esto... —dijo Teodora, con tono urgente.

—Te casarás con el príncipe Demeter.

Los Siete Sacrificios [EN CORRECCIONES ✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora