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Clary tenía razón, el lugar era un asco. La barra, la tarima, las cortinas que adornaban el lugar. Todo, absolutamente todo estaba destruido.

Clary reforzó su agarre en mi brazo.

El chico de cabello negro me miró. Parecía ser alguien muy cercano a Tom, ya que él era el que llevaba a cabo sus peticiones.

—Te está esperando en la oficina—le hizo una seña al castaño, que estaba detrás de él—.Llévate a la rubia—le ordenó. Enseguida el chico se acercó y agarró a Clary por el brazo con la intención de llevarsela. Le di un manotazo para que la soltará.

—¡No te atrevas a tocarla!—demande furiosa.

El pelinegro me miró divertido. ¿Por qué se me hacía tan familiar?

—La chica se va con él, fiera.

Arrugue la nariz con disgusto.

—Ella no se apartará de mi.

El castaño se acercó, furioso.

—¿Quien te crees, perra?—grito mientras agarraba el brazo de Clary nuevamente.

No sabría decir si fue la adrenalina del momento, pero cuando me di cuenta el de cabellos largos se encontraba en el suelo quejándose de dolor mientras agarraba su brazo y me insultaba en un idioma diferente, por lo que podía escuchar se trataba del alemán.

Después de unos segundos se levantó hecho una furia con la ayuda del pelinegro, que no me di cuenta en qué momento se acercó. Desenfundó su arma y nos apunto.

—¡Baja la puta arma, Georg!—le gritó a su lado el chico, pero él no parecía querer obedecer.

Puse a Clary detrás de mi mientras tomaba con fuerza la navaja que apuntaba a su dirección.

—No te nos acerques.

—¡Te vas a morir, zorra!—dijo mientras le quitaba el seguro a su arma.

Un fuerte disparo resonó por todo el lugar, haciendo que todos diéramos un salto por la impresión. Mire por detrás del castaño, a dónde él veía y me encontré con unos ojos cafés mirándolo con rabia, mientras le apuntaba. Agarré más fuerte a Clary que temblaba en su lugar.

—Si le tocas un solo pelo, serás hombre muerto—le dijo con rabia flotando en su voz.

El castaño se puso pálido.

—Tom...

—Largo de aquí, Georg.

El castaño que ahora sé que se llama Georg, me dió una última mirada cargada de rabia antes de retirarse de ahí. Tom se acercó al de cabellos negros y le susurro algo al oído, a lo que él asintió y se marchó de ahí. El de trenzas nos miró.

En ningún momento baje la navaja.

—Acabas de llegar y ya estás causando problemas, muñeca—dijo de forma divertida.

Muñeca, ¿Dónde había escuchado eso antes?

Sacudí mi cabeza borrando todo pensamiento. Levanté más la navaja.

—No te acerques.

Hizo caso omiso y siguió caminando a mi dirección.

—¡Dije que no te acerques, por un demonio!

Siguió caminando sin quitar aquella sonrisa divertida.

—Si yo fuera tú no me hablaría así.

Encargue una ceja.

—¿Me estás amenazando?

—¿Yo?—se tocó el pecho fingiendo estar ofendido—¿Cómo crees?

Acortó la distancia que nos separaba. Su pecho quedó pegado al filo de la navaja, que en un movimiento rápido me la arrebato de las manos. Protegi a la rubia con mi cuerpo.

In Middle Of The Night; Tom Kaulitz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora