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Adara entro al departamento con cuidado, quitándose el abrigo y poniéndolo en el sillón. Arrugó sus cejas al escuchar mucho silencio, pero no le di importancia, creyendo que Tom aún dormía. Caminó con lentitud hacia la cocina, poniendo la pequeña bolsa en el mesón, pero tan pronto como lo hizo sintió unas fuertes manos en sus caderas, y un cuerpo presionar su espalda. Sonrió al sentir su colonia, soltando un suspiro.

—Desperté esperando encontrar a mi chica a mi lado, ¿y que es lo que encuentro? Que ella no estaba ahí ni en ninguna parte de la casa—le habló al oído con voz ronca, para después dejar un suave besito en su hombro. Volteó a verlo con una sonrisa boba, mientras llevaba sus manos a sus hombros.

—¿Tu chica?—preguntó con diversión, enarcando una ceja. Tom sonrió, atrayendola más a su anatomía.

—Si, mi chica—aseguró completamente seguro, hasta con algo de orgullo.—Un dia te dije que eras mía—hizo una pausa, mientras relamia sus labios con una sonrisa maliciosa—y aún lo creo muñeca, espero que tú también lo hagas.

Adara soltó una risita nasal, mientras entrecerraba los ojos. Él la veía con un brillo especial en sus ojos, y ella sabía que él sabía que de su boca no iba a salir esa afirmación.

—Eres un idiota—dijo con una sonrisa, dandole un pequeño beso en los labios—¿Ya te lo habían dicho?

Sonrió abiertamente.

—Si, un par de veces...—comenzó a hablar, haciendo una pausa para sonreír—una chica muy linda me lo recuerda siempre.

—Pues esa chica es muy sabia—le siguió el juego, mientras jugaba distraídamente con sus trenzas. El acercó su rostro al suyo, para después depositar un pequeño beso en su frente. La miró a los ojos después, mientras que en sus labios había una deslumbrante sonrisa, que hizo que los latidos de sus corazón se acelerarán.

Después de unos segundos su sonrisa desapareció, para dar lugar a un ceño fruncido. Llevo su mano la oreja de la chica, para después quitarle que traía ahí, mientras  hacia una mueca. Lo miró divertida al percatarse de la razón por su repentino cambio de humor.

—¿Quien te la dió?

—¿Encerio?—dijo Adara, entrecerrando los ojos, mientras que Tom imitaba su acción.—¿Eso importa ahora?

—Adara...—advirtio Tom, soltando un pequeño suspiro que hizo a la chica sonreír divertida.

—Tom...—dijo ella de la misma forma, mientras sonreía, intentando irritalo. Tom rodó los ojos, tomándola por las caderas.

—No juegues conmigo, linda. Dime, ¿quien demonios te dio esa maldita flor?

Adara se rió, mientras mordía su labio de una manera juguetona.

—Es hermosa, ¿cierto?

—No. Es horrible. Seguro que es igual a quien te la dió.

La chica río, pareciendole tierno sus arranques de celos.

—Dios, Tom... ¿Acaso estás celoso?—se burló, mientras que hacia una mueca divertida. Ella amaba verlo de esa manera.

—Jodidamente. Ahora, dime lo que quiero saber.—demandó, apretando más fuerte sus caderas. Adara se mordió el labio, mientras una idea cruzaba por su mente. Le diría quien se la había dado, pero antes lo molestaría un poco más.

—Bueno... Empezaré por el hecho de que era muy lindo—comenzó a hablar, intentando no reírse al ver la cara de Tom, que al escucharla hizo una mueca—.Tenia unos ojitos azules divinos, si...—fingió pensar—creo que eso era lo que lo hacia más lindo.

In Middle Of The Night; Tom Kaulitz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora