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Habían pasado ya dos semanas desde que Adara había tenido aquella conversación con su hermana. Dos semanas en las que ella no había visto a Tom. Ella escuchaba como todos los días él venía a verla, pero siempre le pedía a Amara que inventara cualquier excusa. Ella aún se sentía un poco confusa con aquel tema y habia optado por tomarse unos días para pensar en las cosas antes de dar cualquier paso. Mientras que Amara, ella seguía hablando e intentando persuadir a su hermana. No le había dicho nada de lo ocurrido a Tom, desde que Adara fue golpeada, hasta que ella creía que él la quería matar. Confiaba plenamente en el juicio de su hermana, confiando en que tarde o temprano se daría cuenta que todo eso era una locura, deseando que sea más temprano que tarde. Jay había regresado unas cuantas veces más al departamento de las hermanas, ya que, sin que él lo admitiera en voz alta, se había acostumbrado a ellas, sintiendo la necesidad de protegerlas, aún si eso lo llevará directamente hacia Tom. Y hablando de él. El de trenzas sabía que algo muy raro estaba pasando en aquel lugar. No era normal que cada que iba y preguntaba por Adara, Amara le montará alguna excusa.

"—Tuvo que salir al supermercado"

"—Se encuentra en la ducha"

"—Esta dormida"

"—No está."

Eran alguna de las excusas que escuchaba cada vez que iba. Eso era una situación que estaba comenzando a inquietarle. No había querido hacer o decir nada para no incomodar a su muñeca, ya que, lo que sea que estuviera pasando él dejaría que se tomará su tiempo para pensar. Y conocía tan bien a esa chica que sabía con certeza que cuando a ella le inquietaba algo solía aislarse, sin hablar o tener contacto con otros. Y odiaba decirlo, pero detestaba eso de ella, lo cual es raro, ya que Tom amaba con locura cada parte y comportamiento de Adara, inclusive sus defectos, pero, eso especialmente lo carcomía por dentro.

Con respecto a Adara, ella ya se sentía mejor después de esos días de descanso. Ya podía caminar a cortas distancia y hacer algunas cosas por su cuenta, inclusive Jay le había llevado un bastón en modo de broma, diciendo que ahora era como una anciana que necesitaba ayuda para caminar, y odiaba decirlo, pero Adara le resultó de mucha ayuda aquel palo de madera. Gracias a ese útil invento, podía hacer varias cosas, como por ejemplo la ayudaba a pararse de un lugar por si sola, pero otras como agacharse a recoger algo se le hacía jodidamente difícil, ya que cada que lo intentaba sentía un pulzante dolor en sus costados. Y con respeto a los moretones de su rostro y cuerpo aún seguían ahí, pero está vez menos alarmantes de ver.

Había hecho todo lo que seguramente algún doctor le hubiese mandado si iba al hospital. Jay se encargaba de llevarle los medicamentos con puntualidad desde que escuchó que no tenían dinero para pagarlos, ya que eran muy costosos, pero aún así Adara los necesitaba. Él se encargó de todo lo que tenga que ver con eso, para que ella o Amara no tuvieran que mover un solo dedo. Y por otro lado estaba Adara, quien sabía que los medicamentos que le daba eran robados de alguna parte, ya que una vez lo escuchó hablar con alguien sobre si ya habían saqueado las pastillas que pidió. Ella decidió mantener la boca cerrada y no decir nada ante eso, ya que los necesitaba y no tenía dinero, y por eso estaba agradecida con Jay.

—Hora de tu medicina—entró la castaña a la sala, con un vaso de en una mano y en la otra dos pequeñas pastillas, haciendo que Adara hiciera una mueca de asco. Odiaba de sobremanera las pastillas, prefería mil veces los jarabes, pero si esa asquerosidad la ayudaba a no sentir dolor o algún malestar, bienvenido sea. Sin decir nada los agarro, llevando primero una a su boca, tomándose un sorbo de agua para poder tragarsela bien. Relamió sus labios, sintiendo el sabor metálico de aquella pastilla. Se llevó la otra, repitiendo la misma acción. Amara sonrió.—A ver. Abre la boca.

Entrecerró los ojos, mientras hacia una mueca.

—¿Encerio?

—No me mires con esa cara. Así que abre esa boquita para poder ver qué en verdad trataste las pastillas y no hiciste como aquella vez al guardarlas en el sillón.—dijo con diversión, dando un paso hacia ella. Adara rodó los ojos, mientras abría la bica—Lengua. Sácala.—volvio a suspirar, haciendo lo que pidió. Amara sonrió al ver que se había tragado las pastillas, alejándose—Ire al super, ¿Te traigo algo?—Adara se removió en el sofá, mientras negaba. Amara se acercó nuevamente,  dándole un pequeño beso en la frente.—Bien, no tardó.

In Middle Of The Night; Tom Kaulitz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora