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—¿Por qué me trajiste aquí?—le preguntó la pelinegra, entrando a la gran casa. Enseguida una diminuta sonrisa pasó por sus facciones, sintiéndose cómoda en aquel lugar.

Tom se detuvo, haciendo que la pelinegra lo hiciera también. Él sonrió, encogiéndose de hombros.

—Los chicos querían verte…—dijo con media sonrisa, perdido en el marrón de sus ojos.—Y yo también.

Adara se permitió sonreír. También los había extrañado.

—¿Enserio?

Tom asintió, aún sonriendo.

—Si, aveces pienso que te quieren más a ti que a mí—agarró el brazo de la chica, insitandola a caminar—.Sin mentirte. Angie prácticamente me amenazó para que te trajera de nuevo. Le agradas.

Adara volvió a sonreír, feliz de escuchar esas palabras. Mentiría si dijese que no había extrañado a la castaña, en verdad le había hecho falta, y es que, no habían tenido una conversación muy extensa, pero, al estar con ella sentía como todo fluía con rapidez, con familiaridad.

—Tambien me hizo falta—se limito a responder, viendo hacia el suelo con una pequeña sonrisa, acción que no pasó de desapercibida por el de trenzas, quién se sentía feliz de volverla a ver.

—Ven, quiero mostrarte algo—le dijo el chico, agarrándola de la mano para poder guiarla escaleras arriba.

Adara miró sus manos entrelazadas, sintiendo una extraña corriendo recorrerle por todo el cuerpo, algo parecido a escalofríos. Se sintió bien el hecho de que Tom tuviera tanta delicadeza al agarrarla de la mano, como si en cualquier momento pudiera romperse. Se sentía bien estar cerca de él en ese aspecto, y como no, si después de tres malditas semanas en los que no lo había visto, escuchado su voz y sobretodo sentirlo. Y no entendía porque estaba sintiendo esas emociones con una simple agarrada de manos, que ante los ojos de los demás no valdría mucho, pero para ella era mucho más que eso. Simplemente se sentía bien tenerlo de nuevo. Y aunque no lo admitiría aunque le pusieran un arma en la cabeza, lo había extrañado.

Sacudió su cabeza ante esos pensamientos. ¿Extrañarlo? Eso no puede ser posible. Él era un criminal de lo peor, y ella una simple chica que tuvo la mala suerte de toparse en su camino. Nada más.

—Aqui es.—la voz de Tom hizo que alzará la mirada un poco desubicada. No recordaba como había llegado hasta ahí. ¿Acaso estaba tan ocupada pensando en Tom que no vio en que momento llegó?. Tom la miro confundido, al ver la cara de la pelinegra—¿Te encuentras bien?

Adara se relamió los labios, mirando hacia otro lado, asintiendo ante su cuestionamiento.

—Si.

Tom la miro no muy conforme con su respuesta, pero no la presionaría, sabía que tenía que tomarse su tiempo. Desde un principio él estaba claro de que las cosas no serían fáciles, y juró dejar a aquella chica que le causaba miles de emociones a la vez en paz. Y podía jurar que hizo todo lo posible para cumplir esa promesa, pero, el tiempo fue testigo de que él no podía vivir sin ella, y haría todo lo posible para tenerla de nuevo.

Abrió la puerta de su habitación, invitando a la chica a pasar. Adara lo miro con una pequeña sonrisa, haciendo que los latidos del chico se aceleraran casi de inmediato. Y a eso se refería cuando decía que con una simple sonrisa por parte de ella le hacía un favor al mundo. A su mundo.

La chica entro a la habitación, con Tom siguiéndole los pasos. Adara recorrió el lugar con la mirada, dándose cuenta que era la misma habitación en la que le había bailado a Tom aquella vez.

Lo volteó a ver.

—¿Es tu habitación?—preguntó, caminando hacia un escritorio, dónde varias hojas resaltaban en el.

In Middle Of The Night; Tom Kaulitz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora