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Horas antes.

Tom.

Llegue a mi casa con una sonrisa estúpidamente alegre. Y es que así me sentía. Me sentía en las nubes después de compartir todos esos momentos con mi chica. Mi muñeca... Mi Adara.

Estaba ridículamente feliz, porque después de tantos tiempo en los que no la tuve junto a mi hermosa novia, al fin el universo decidió hacer que que regresará a su vida, haciéndome completa feliz. Y es que con el solo hecho de estar a su lado me hacía sentir inmensamente feliz y satisfecho. No el poder, ni el dinero, ni mucho menos las cosas materiales. Nada de eso había servido para igualar la felicidad que sentía cuando estaba a su lado.

Entre a mi oficina aun con mi enorme sonrisa, caminando hacia mi escritorio. Cuando estuve más de cerca divisé una figura sentada al frente, mientras sostenía un vaso de whisky. Sonreí aún más y rodeé el escritorio, sentandome en mi silla.

—Buenos días, hermano. ¿Cómo amaneciste?—pregunte con entusiasmo, soltando un suspiro. Bill arrugó sus cejas, dejando el vaso de vidrio a un lado, inclinándose más de cerca para poder verme mejor, haciéndome sonreír aún más. Bueno, si eso era posible.

—¿Te encuentras bien?—preguntó con curiosidad y confusión, mientras sus ojos bailaban de un lado a otro por todo mi rostro.

—¿Por qué no estarlo? Hoy es un hermoso día. Salió un poco de sol y los pajaritos cantan una melodía hermosa. Es un gran día.

—Odias el canto de los pájaros.—dijo con desdén, entrecerrando los ojos. Sonreí.

—Pues hoy los amo. Creo que los voy a comenzar a querer.

Bill hizo una mueca, poniéndose de pie y acercándose a mi a pasos lentos, con sigilo, como si temiera de algo. Mi sonrisa no decayó mientras él se acercaba a mi. Cuando estuvo al frente, puso una de sus manos en mi frente, para después moverla a mi mejilla, haciéndome reír.

—Creo que tienes fiebre.

Reí otra vez, manoteando su mano juguetonamente, acomodandome mejor en la silla.

—Que gracioso. ¿Tiene algo de malo que este de buen humor?

—Tú nunca estás de buen humor.—respondió con obviedad, mirándome con las cejas fruncidas. Sonreí aún más al ver su confusión. No iba a quitarme mi buen humor.—Ya basta, Tom. Deja de sonreír así. Das miedo. Mejor dime, ¿que te paso para que estés de buen humor?

—¿Cómo te sientes cuando estás con tu chica?—le pregunté, diciéndole indirectamente el motivo de mi felicidad. De inmediato su boca formó una "o" mientras asentía. Sonreí satisfecho.

—Ya, ya entendí. Pasaste la noche con Adara, por eso no llegaste. ¿Me equivoco?—preguntó con media sonrisa, mientras yo asentía. Él arrugó un poco sus cejas, como si se hubiera percatado de algo—Y por eso Amara me pidió para vernos. Carajo, Tom. Tuviste sexo con Adara.

Dijo con total sorpresa, con los ojos bien abiertos. Entendía su reacción, hasta yo aún me encontraba sorprendido por eso. Y más por el hecho de que ella tomó la iniciativa. Eso me hacía sentir totalmente emocionado. Saber que conmigo ella no tiene restricciones... Que no tenía miedo.

—Ella tomo la iniciativa.—confesé en un tono emocionado, haciendo que Bill soltara una exclamación.

—¿Encerio?—cuestionó sorprendido.—Demonios, Tom. Eso es un gran avance para tí. Digo, la primera vez se tuvo que acostar contigo por obligación, ¡pero igual lo disfrutó!

Hice una mueca.

—Si lo dices de esa manera se escucha terrible—dije pensativo. Carajo.—Maldita sea, soy un idiota.

In Middle Of The Night; Tom Kaulitz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora