¿Y si la historia comenzara a contarse desde el principio? Antes de que el laberinto se hubiera realizado. Cuando los protagonistas de esta historia no eran más que unos críos. Unos niños especiales. Unos niños que habían sobrevivido al Destello por...
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La noche se hizo presente en menos de cuatro horas, habían caminado en silencio todo ese tiempo. Bueno, menos Thomas y Teresa, quienes habían estado hablando en murmullos todo el rato.
Después decidieron parar a descansar y pasar la noche. Llevaban muchas cosas encima y solo había pasado un día, no se imaginaban cómo seguiría el resto de los días que les quedaban.
Entre todos crearon un poco de fuego en el centro, ya que empezaba a hacer frío y apenas se veían entre ellos por la oscuridad de la noche.
Minho y Nathan tiraron unos troncos más al fuego y se sentaron junto a los demás. Algunos estaban ya abrigados y listos para dormir, tumbados e intentando relajarse, y otros solo miraban al fuego con desinterés, pero pensando en todo.
— ¿No éramos inmunes? —preguntó Minho, mirando al fuego, rompiendo el silencio.
— No todos —respondió Teresa, por lo que todos la miraron—. Al menos eso creo —añadió mientras los miraba.
— Algunos de nosotros no lo somos —habló Newt también, mirando el fuego como si fuera lo más interesante.
— Echo de menos a Gally... —dijo Liam, acurrucado sobre el pecho de Will, mirando hacia ningún punto exacto, solo dejándolo caer.
Aquello hizo que todos se callaran por un momento. Recordaron que el pequeño era hermano de Gally, y entonces lo entendieron.
______ miró a su lado, viendo a Sartén, quien había dejado caer unas cuantas lágrimas al recordar a su mejor amigo. — Hey... Sar... —murmuró, pasando una mano por su espalda para acariciarla con suavidad.
— Nunca pensé que diría esto, pero... echo de menos el Claro. —dijo el moreno, mirando hacia el fuego y aún llorando.
Los demás se callaron, formando un silencio cómodo entre ellos. O por lo menos para algunos, ya que otros no estaban para nada contentos.
Thomas miró a Newt cuando sintió su fulminante mirada solo dedicada a él. El rubio le hizo un movimiento con la cabeza de que se levantaran a hablar, por lo que Thomas suspiró y asintió.
Ambos se levantaron sin decir nada, con la mirada de los demás puesta en ellos. Se alejaron de los demás hasta bajar la piedra en la que estaban tumbados los demás.