¿Y si la historia comenzara a contarse desde el principio? Antes de que el laberinto se hubiera realizado. Cuando los protagonistas de esta historia no eran más que unos críos. Unos niños especiales. Unos niños que habían sobrevivido al Destello por...
Advertencia: A partir de este capítulo todo es imaginación mía. Habrá algunas cosas que si haya sacado de los libros, pero nada de la trama es real. Habrán referencias a diversas películas y series, así como Divergente, Teen Wolf o Los Juegos del Hambre, entre otras.
Ahora si, disfrutad de la lectura :)
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{ De vuelta }
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- Narrador omnisciente -
Un hombre entró de repente a la furgoneta. Todos lo miraron confundidos. Hasta que este se acercó a donde estaba _____ y Stephen. Sacó unas dos pulseras metálicas para después agarrar de manera brusca el brazo de la castaña.
— ¡Hey! ¡No la toques! —exclamó Stephen, pero no pudo hacer nada, ya que la mujer ya le había puesto las cadenas.
El hombre lo ignoró olímpicamente y le puso aquella pulsera o brazalete en la muñeca. Ella no dijo nada, así que el hombre se giró a ver al castaño, agarrando también su brazo para ponerle otro brazalete igual. Soltó un sonoro quejido cuando el hombre le apretó el brazalete aposta. Lo miró de mala manera, hasta que el hombre sonrió y se levantó.
Se acercó a los niños que ellos tenían en frente, y se acercó directamente a un niño rubio, quien frunció el ceño al verlo arrodillarse tal como había hecho con los dos niños segundos antes. Sacó otro brazalete, agarrando de manera brusca su brazo, apartando la manga de su desgastada camiseta para ponerle aquel brazalete.
Se volvió a levantar y uno de los hombres que estaban fuera le pasó una lista con todos los nombres de aquellos niños. Querían asegurarse de que no se habían equivocado de niños.
— ¿Eres Stephen? —preguntó aquel hombre, señalando al castaño, quien se rehusaba a contestar. El pelinegro se hartó y se acercó de nuevo, tirando aquella lista al suelo para agarrar el mentón del niño con fuerza—. ¿Eres Stephen o no? No tenemos toda la noche, niño. Si no lo eres, tengo que quitarte el brazalete, así que contéstame.
— Si.
El pelinegro apartó su mano del mentón del niño, volviendo a agarrar la lista, ignorando las miradas de todos los niños asustados que ahora lo miraban fijamente. Miró la lista antes de hablar.
— ¿Eres ______? —preguntó de nuevo, señalando a la castaña que permanecía al lado de su hermano.
— Si.
Ella contestó sin más, no entendía nada, pero prefería que aquel hombre se fuera ya de ahí. El pelinegro sonrió asintiendo y miró de nuevo la lista para leer el siguiente nombre.